Derrumbe en la mina san josé de copiapó
El rescate de los mineros chilenos es cuestión de días
Nada más conocer que la perforadora T-130 culminó el conducto y llegó al lugar en el que se encuentran los 33 mineros atrapados desde el 5 de agosto en la mina San José de Copiapó, al norte de Chile, el júbilo se adueñó de sus familiares en el exterior del yacimiento. Sin embargo, el rescate aún se demorará algunos días porque hay que revisar las condiciones del conducto antes de iniciar la complicada labor de sacar a los mineros uno a uno.
Fuencis RAUSELL-Gerard SOLER (EFE) | COPIAPÓ
Los familiares de los 33 mineros atrapados en el norte de Chile estallaron ayer en un clamor de aplausos, gritos de alegría y llantos de emoción al oír las sirenas que anunciaban que la máquina del llamado Plan B había concluido el conducto que permitirá rescatar a los suyos.
El sol aún no despuntaba y la bruma envolvía los alrededores de la mina cuando, a las ocho de la mañana [14.00, en Euskal Herria] de ayer, la perforadora T-130, la más avanzada de las tres máquinas en funcionamiento, llegó a un taller al que tienen acceso los mineros.
Los primeros en prorrumpir en aplausos y dar la señal de que el objetivo se había logrado fueron un grupo de familiares, apostados cerca del límite que separa el campamento Esperanza del área donde se desarrollan las tareas de rescate.
Hasta allí corrieron en tropel los medios de comunicación, mientras las sirenas empezaban a resonar por el campamento y el resto de familiares se fundía en abrazos y emprendía rumbo a lo alto del cerro en el que ondean cientos de banderas.
«Estoy muy feliz, muy contenta, tengo deseos de gritar, llorar, saltar, pero hay que contenerse un poquito», dijo a Efe María Cortez, cuñada de Mario Gómez, uno de los veteranos del grupo que permanece bajo tierra desde el pasado 5 de agosto.
A su lado, María Segovia, hermana de Darío Segovia, no podía contener la emoción al sentir que cada vez falta menos, apenas unos días, para reencontrarse con él.
«La alegría va a ser más grande cuando los saquen a todos. Yo no me voy de aquí hasta que se vaya el último minero», dijo a los periodistas María Segovia, que en el campamento es conocida como «la Alcaldesa» por su capacidad de liderazgo.
La mujer también tuvo palabras para expresar su «gratitud, respeto, cariño y amor a los trabajadores» que han participado en las tareas de rescate. «Me va a faltar vida para agradecerles todo lo que hicieron por nosotros y por nuestras familias», aseguró. También Cristina Núñez, mujer de Claudio Yáñez, se mostraba optimista de cara a la etapa final del operativo.
«Estoy muy emocionada al ver que se hizo el milagro. Le doy gracias a Dios y a esos trabajadores que estuvieron ahí día y noche. Falta poco, no es nada lo que queda», señaló a la prensa después de comunicar por teléfono la buena noticia a uno de sus familiares más cercanos.
En medio de tanta algarabía, un niño, el pequeño Brian, nieto de Esteban Rojas, sostenía una bandera chilena con la felicidad marcada en el rostro y con la idea certera de qué es lo que le dirá a su abuelo cuando lo vuelva a ver.
«A él le voy a decir que nunca más se meta en una mina, ni siquiera que lo piense», dijo con la sinceridad de sus ocho años, mientras unos metros más abajo la campana de la escuela instalada en el campamento seguía sonando.
La decena de familiares se apostó entonces en lo alto del cerro y, como ya es habitual, finalizó su ritual de celebración entonando el himno nacional chileno y enarbolando banderas del país sudamericano, que sigue minuto a minuto todo lo que acontece en el yacimiento de Copiapó.
Finalizó así una larga espera, 33 días de perforación para poder sacar a los 33 mineros, que a 700 metros de profundidad ya saben que su salida es inminente, mientras el mundo les espera para conocer a fondo los detalles de su proeza.
El rescate de los 33 mineros atrapados en el norte de Chile ha situado a la tranquila ciudad de Copiapó en el primer plano de la actualidad mundial, mientras sus ciudadanos siguen el caso con el corazón en un puño y aseguran que está siendo un factor de unión y reencuentro en la comunidad.
Emplazada en el árido desierto de Atacama, a 804 kilómetros al norte de Santiago y con una población que bordea los 130.000 habitantes, la tragedia de los obreros de la mina San José quebró la calma en esta sosegada ciudad, cuyo nombre fusiona voces quechuas y aymaras y significa «Copa de Oro».
«A partir de esa fatídica tarde del 5 de agosto, a Copiapó y su gente le ha cambiado la vida», relata a Efe Maglio Cicardini, alcalde de la ciudad, rememorando el día en que un derrumbe sepultó a los mineros a 700 metros de profundidad.
Desde ese día, reconoce, «los ojos del mundo están puestos en nosotros», y han presenciado «la tremenda lección de nobleza, fe y esperanza que nos han dado los mineros».
Cicardini resalta el torbellino de emociones vividas en todo Chile durante los dos últimos meses, desde la desazón inicial por el derrumbe, transformada en euforia el 22 de agosto, cuando se supo que los 33 mineros estaban vivos, y en ansiedad en los último días, ante el inminente rescate.
Para el alcalde, la experiencia extrema de los mineros «ha sido muy aleccionadora» para los habitantes de Copiapó y de la norteña región de Atacama en general, a los que califica de «gente esforzada y curtida en la minería».
Además, según Cicardini, ha mostrado al mundo las distintas caras de esta zona de Chile, como «la dureza de la minería, la belleza de los entornos naturales y la disposición de la gente a cooperar».
La mayoría de los 33 mineros y sus familias residen en Copiapó, donde las muestras de apoyo a los accidentados son constantes.
Los mineros se encuentran a 700 metros de profundidad y ha habido que perforar un túnel para llegar a ellos.
Durante la jornada de ayer, se desmontaron las 105 piezas de la perforadora T-130, bautizada como «La Liebre» por su rapidez, y se introdujeron cámaras para inspeccionar las condiciones en las que se hallaba el túnel recién excavado.
«Treinta y tres días han durado las perforaciones para rescatar a los 33 mineros. No nos vamos a apresurar y vamos a tomarnos el tiempo que sea necesario», dijo el ministro Laurence Golborne al ser preguntado por la fecha en la que concluirá el rescate.
«Quedó claro que los grandes empresarios se enriquecen pero piensan sólo en ellos. No piensan en sus trabajadores, que son quienes generan la riqueza», declaró Rosa Ahumada, presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Copiapó.
Un equipo de 16 socorristas, ambulancias, helicópteros y personal médico participará en la última fase del rescate de los 33 mineros atrapados en el norte de Chile, que comenzará en los próximos días y se prolongará unas 48 horas, según los responsables de la operación.
El rescate se llevará a cabo a través del conducto de unos 66 centímetros abierto por la máquina T-130, encargada del llamado Plan B, que exactamente a las 8.02 [14.02, en Euskal Herria] de ayer llegó a la galería en la que desde el pasado 5 de agosto están los mineros.
«Treinta y tres días han durado las perforaciones para rescatarlos», comentó, emocionado, el ministro chileno de Minería, Laurence Golborne, que añadió que ahora hay que desmontar las piezas de la T-130 y examinar el conducto, para determinar si es necesario revestirlo de forma completa o sólo parcialmente y así determinar la fecha exacta del inicio del rescate.
Junto a la perforadora ya se ha instalado una gigantesca grúa que, de ser decidido así, revestirá el conducto con tuberías de acero, el llamado «encamisado».
Esa grúa será también la encargada de introducir por el orificio una de las cápsulas Fénix, especialmente construidas por la Marina chilena para izar uno a uno a los mineros.
Dieciséis socorristas han sido seleccionados para participar en esta operación de alto riesgo, diez de ellos de la estatal Corporación Nacional del Cobre (Codelco), tres brigadistas de la norteña región de Atacama y tres enfermeros submarinistas de la Armada. Sólo seis de ellos intervendrán en el momento decisivo: un marino y un socorrista de Codelco bajarán hasta las profundidades de la mina, mientras otros cuatro permanecerán en la superficie para poder abrir la cápsula en la que ascenderán los mineros.
Uno de los miembros del equipo de rescate descenderá a donde se encuentran los mineros para colocarles, sucesivamente, un arnés especial que controlará su frecuencia cardiaca, respiración, ventilación, consumo de oxígeno y temperatura.
En esa misma jaula metálica descenderá después otro de los socorristas, y la operación se repetirá hasta que tanto los mineros como los dos expertos sean izados hasta la superficie.
El trayecto de subida durará alrededor de 20 minutos, aunque el proceso completo de sacar a cada uno de los mineros se prolongará durante una hora y media, por lo que se estima que será necesario un día y medio para completar la operación.
Las autoridades aún no tienen una lista exacta del orden en que los mineros serán rescatados, aunque sí han establecido un criterio general: primero, los más hábiles; después, los más débiles y, por último, los fuertes.
Además, el ministro de Salud, Jaime Mañalich, explicó que los mineros no deberán ingerir alimentos sólidos durante las seis horas previas a su salida, y tampoco se les administrarán calmantes con el fin de que sean plenamente conscientes y puedan actuar ante cualquier problema. F. R. (EFE)
Desde hace semanas es muy difícil encontrar alojamiento en hoteles y hostales de Copiapó y las empresas de transporte y alquiler de vehículos están sobrepasadas por la llegada de cientos de periodistas de todos los rincones del mundo.