Maite Ubiria | Periodista
Un apretón de manos para tapar la mancha
El presidente Nicolas Sarkozy y el Papa Benedicto XVI se han encontrado en el Vaticano para sellar la polémica sobre las expulsiones de romaníes por el Estado francés.
La visita es la guinda a la más que hábil gestión por parte de la diplomacia gala en Europa de una crisis que debe sonrojar a cualquier gobierno y alentar la protesta firme de toda ciudadanía. Sin embargo ni al Gobierno de París le ha cambiado el color ni a los franceses parece preocuparles el menoscabo evidente de derechos de que ha sido objeto una comunidad hacia la que no existe gran empatía social.
El máximo mandatario de la Iglesia católica cierra la mano de un político noqueado que ha encontrado en una comunidad sometida a la pobreza el saco en el que descargar toda su impotencia política. Sarkozy posa satisfecho junto a un Papa al que le persigue la sombra de la connivencia con un período demasiado oscuro, marcado por la persecución consentida de millones de europeos por motivos de origen étnico e ideológico.
Las manos se estrechan y en el intercambio nos cruje un poco más la conciencia. La diplomacia preventiva desplegada por el Vaticano en la crisis de los rom no compensa el tardío perdón que pidió la jerarquía eclesiástica por su actuación con respecto a la masacre de judíos, gitanos, revolucionarios... en los campos de exterminio.
Como la victoria por puntos lograda por Sarkozy en la polémica abierta con Bruselas tampoco sirve para remediar el desgaste al que un presidente acosado desde frentes diversos ha sometido a un Estado que se promociona ante el mundo como pionero en la defensa de los derechos universales.
La prensa digital se ha convertido en la gran aliada de las asociaciones romaníes. Sendos diarios en línea se han apuntado el tanto, primero de demostrar que hubo orden expresa de detener a ciudadanos por su origen étnico, y ahora de probar que la Gendarmería ha venido utilizando ficheros étnicos para controlar a los romaníes.
La respuesta oficial es que ya no se emplean tales archivos «de mera utilidad administrativa». Todos los ficheros son útiles: los de la Alemania nazi o la Francia de Vichy; los detallados archivos de que dispone un Estado que practica la tortura y luego se retrata como adalid contra la pena de muerte. Un apretón de manos manchadas.