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Martin Garitano | Periodista

Tinta de chipirón

Pedíamos todos los derechos para todas las personas y todos los proyectos. Pedíamos libertad para manifestarnos y para poder representar y ser representados en política. Una multitud.

Y de entre las decenas de miles de personas, muchos reclamaron también los derechos humanos de los presos políticos vascos y el derecho de autodeterminación de nuestro pueblo o, simplemente, el derecho y el deseo de independencia.

Hubo -dicen- quien llamó traidor y español al jelkide Andoni Ortuzar. No comparto los términos porque Ortuzar no ha traicionado nunca a su partido, el PNV, y porque tampoco es español. Es vasco, de Abanto-Zierbena, aunque la política de colaboración del PNV con los españoles más rancios pueda repugnar a los abertzales.

En cualquier caso, esas son cosas que pasan a los políticos, que van en el sueldo, y que hay que juzgar con arreglo al contexto en que se producen. Y habrá que constatar que el empecinamiento del PSOE ha generado un sentimiento de agravio muy extendido en la sociedad vasca y que el PNV acaba de darle el oxígeno que no tenía y necesitaba. La reacción crítica, pues, era más que previsible. No vivimos tiempos de cinismos.

Por eso resulta más injustificable la reacción del presidente jeltzale, Iñigo Urkullu, al revolverse contra los convocantes, embestir contra la izquierda abertzale y emplazar a los independentistas a convocar una manifestación contra ETA. Urkullu, como los chipirones, suelta tinta negra para que no se vean sus propias verguenzas. Sabe mejor que nadie que la operación de apoyo a Zapatero va mucho más allá de una simple transferencia de políticas activas de empleo. Sabe que es difícil ocultar el acuerdo con el PSOE para iniciar un nuevo romance como los que ya hemos conocido. Y es muy consciente de las tensiones que vive su propio partido entre los entusiastas de sus merendolas en La Moncloa y quienes se sintieron cómodos en la manifestación de Bilbao.

Yo estuve allí. Saludé a amigos de diversas sensibilidades y militancias. También del PNV. Y por eso entiendo que las palabras de Urkullu tienen poco que ver con la realidad que se vivió en una manifestación que puede ser considerada de histórica en tanto que un paso decidido hacia un nuevo escenario democrático.

Pero Urkullu ha preferido lanzar la tinta para que no veamos cuál es su opción preferente. Cuando se diluya la tinta lo veremos.

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