El pasado 19 de junio se presentó en sociedad el Partido Comunista de Puerto Rico (PCPR). Ese acto público fue el colofón a los diez años de trabajo que desde 2001 llevó a cabo el movimiento de Refundación Comunista. Según explica, en una entrevista mantenida con GARA, el miembro de la recién nacida formación Jorge Rodríguez Beruff, Refundación Comunista nació en 2001 con el objetivo de recuperar el Partido Comunista Portorriqueño que diez años antes, en 1991, se había disuelto «en medio de la crisis política internacional que provocó la caída de la Unión Soviética».

«El partido [PCPR] es la manifestación de la maduración de un proceso de toma de conciencia de un sector de la clase obrera»,

Rodríguez Beruff visita Euskal Herria invitado por Askapena para representar a su país en el Internazionalista Eguna 2010, que se celebrará el próximo sábado entre Bolibar y Gernika bajo el lema «Herriok independentzia!».

Este profesor de la Universidad de Puerto Rico señala además que los objetivos de este partido revolucionario no son, a priori electorales, aunque «como marxistas-leninistas no descartamos ningún método de lucha». La estrategia es «organizar a la clase obrera, a las masas de desposeídos para que tomen conciencia de que somos más y de que tenemos que derrocar el poder político vigente en la actualidad».

La nueva formación -apunta- se presenta en un momento de gran efervescencia en el país, ya que «la refundación se da en un contexto de descomposición política, económica y social del régimen colonial. La colonia se ha vuelto prácticamente ingobernable».

A su juicio, Estados Unidos, cuya administración rige en la isla, «no sabe qué hacer, porque es un territorio que claramente nunca se va a poder asimilar ni cultural ni lingüísticamente». Por ello, la Casa Blanca «quiere preservar la colonia como un territorio no incorporado, donde se puedan seguir creando estructuras de explotación económica» que no impliquen ningún otro tipo de compromiso político.

Prueba de ello son los diferentes proyectos que se han construido o están en fase de estudio. Entre ellos resalta «la que eufemísticamente llaman vía verde», un gaseoducto que atravesara la isla de norte a sur, desde Ponce hasta San Juan.

Todos esos proyectos, denuncia el PCPR, hipotecarán el país «por lo menos para 75 años y lo harán inviable económica y ecológicamente».

Pero si Puerto Rico no es una colonia económicamente rentable para la Casa Blanca, ¿por qué no se deshace de ella? Rodríguez Beruff no tiene duda: Puerto Rico ha sido «históricamente un eslabón militar estratégico para el Imperio» y, en esa línea, recuerda que «a través de las diferentes bases de EEUU en el país se han lanzado numerosas invasiones, sobre todo durante la Guerra Fría y hasta los años 90, contra gran parte de Latinoamérica».

Algunas de esas bases, como la de Roosevelt Roads -la más grande de EEUU en el mundo, fuera de territorio continental y donde «hay conocimiento de que se almacenaron armas nucleares»- o la de Vieques, contra la que se articuló una gran presión popular, han dejado de funcionar, «pero no se han desmantelado -destaca Rodríguez Beruff-. Que hayan cerrado las bases no quiere decir que no puedan volver a utilizarse».

Más aún si se repara en la situación geopolítica del continente americano, donde «hay un retroceso de los movimientos sociales, y el Imperio está retomando posiciones. Ahí tenemos el caso de Costa Rica, México, Honduras, Colombia -donde se cederá a EEUU el permiso de emplear siete bases militares-, Chile o la intentona de Ecuador».

Pero la importancia de Puerto Rico no sólo estriba en el aspecto militar, sino que también supone una pieza clave para el tráfico de drogas. El material que se almacena en la República Dominicana se traslada a Puerto Rico y México para, de allí, distribuirlo en las costas este y oeste de EEUU, respectivamente. «Esto ha causado situaciones muy duras en el país», lamenta este militante comunista, citando el alto consumo de drogas como la heroína entre los jóvenes -anualmente hay unas 800 muertes relacionadas con el tráfico de drogas-. Sin embargo, Rodríguez Beruff apunta que también hay un objetivo político: cada joven que se mete en la droga es un joven menos para participar en los movimientos sociales.