Andinismo | Nueva aportación
Primera y rápida invernal a la patagónica Torre Egger
Aprovechando una ventana de buen tiempo, los alpinistas Dani Arnold, Thomas Senf y Stephan Siegrist escalan en tres días y en estilo alpino la mole granítica. Eligen la combinación de las vías «Dona-Giongo» y «Titanic» (1.000 m, 6b, A2, WI5).
Andoni ARABAOLAZA
«Nos llevará unos días digerirlo todo y llegar a asimilar la increíble suerte que hemos tenido. ¡Estábamos preparados para todo, excepto para lograr nuestro objetivo con tanta rapidez!». Esas fueron las primeras conclusiones que sacó Stephan Siegrist una vez firmada la primera invernal a la Torre Egger (2.685 m, Patagonia).
Si echamos un vistazo a los días que duró la expedición, no nos sorprendemos con las afirmaciones del alpinista suizo: llega a El Chaltén el 27 de julio. El 31 empieza a escalar, y el 3 de agosto hacía cima junto Dani Arnold y Thomas Senf. En definitiva, 8 días después de salir de Suiza el trío firmaba la primera invernal de la Torre Egger (2.685 m).
Sí, la suerte estuvo a su lado, pero no quisiéramos pasar por alto la motivación y la calidad de los tres alpinistas. También les acompañó en el viaje Mario Walter, pero tuvo que dejar la actividad por problemas en una rodilla. Siegrist, por decirlo de algún modo, fue el líder de la expedición; y es que es el que más experiencia tiene en esa lucha particular con los cerros patagónicos tanto en el verano como el invierno austral.
En declaraciones realizadas a GARA, el suizo afirma que tenía tres motivos para viajar en invierno a la Patagonia argentina: «En primer lugar, tengo que decir que ya en 1999 participé en la primera invernal al Cerro Torre por la ruta «Ferrari». En segundo lugar, porque Patagonia me gusta más en invierno que en ese circo que en estos últimos años se ha convertido en verano. Y porque me gustan las regiones remotas, y justo esto me llevó de nuevo a Patagonia en invierno. Y tercero, porque intentar una ascensión invernal en la Torre Egger era una meta interesante y posible para realizar».
Con ese razonamiento y teniendo en cuenta que Siegrist ya ha escalado las cuatro puntas del macizo del Cerro Torre, los expedicionarios firmaban en tres días de verdadero empuje y resistencia una nueva aportación en la historia de las moles de Patagonia; eso sí, siempre bajo el estandarte del estilo alpino.
Como adelantábamos, los alpinistas se encontraban el 27 de julio en El Chaltén. Listos y preparados sí, pero siempre con el rabillo del ojo mirando a esa deseada o deseadas ventanas de buen tiempo tan breves y pocas generalmente. Y por si eso fuera poco, también sabían de primera mano que sólo tendrían nueve horas de luz, entre las 9.30 y 18.30.
En tres días
Para no perder ni un minuto de ese preciado tiempo en Patagonia, los alpinistas, una vez preparado todo el material para su transporte hasta la base de la pared, se pusieron en la línea de salida. 31 de julio, el trío se pone en marcha. Con temperaturas de hasta -25º y nieve polvo hasta la cintura se las arreglaron para acercar la primera carga de material. El pronóstico del tiempo era optimista; una buena razón para empezar con la escalada.
No querían desperdiciar la buena meteo, y así, con el primer día de agosto, empieza la escalada con susto incluído; y es que se vieron sorprendidos por una avalancha de nieve polvo. Tres minutos después todo había acabado: «Fue como una ducha fría vespertina. Todo el material estaba cubierto con una fina capa de nieve. Por lo menos, todos estábamos completamente despiertos».
Condiciones perfectas, casi sin viento, cielo azul... era una situación que ni se lo creían. Llegan hasta el glaciar que separa la Torre Egger del Cerro Standhardt. Un lugar ideal para montar el vivac. Mientras Senf se dedicaba a esas labores, Arnold, asegurado por Siegrist, escalaba los dos primeros largos con dificultades técnicas de la vía «Dona-Giongo».
Al día siguiente, siguen la fisura de la vía que, como era de esperar, estaba taponada de hielo y nieve. Tuvieron algún que otro susto más, como cuando Senf, intentando quitar un bloque de 2x2, cedió y con él cayó unos siete metros. Todo quedó en susto con un par de gafas de sol rotas.
Superan la sección, realizan la travesía para pillar la vía «Titanic» y siguen escalando hasta que les atrapa la noche. Como no vieron un lugar más o menos cómodo para el vivac, el trío decidió tirar para arriba. A las 3.30 de la mañana, después de 22 horas ininterrumpidas de escalada, llegan a la base helada del hongo somital. Era el último obstáculo que les quedaba por superar en la ascensión. Descansan unas cuatro horas, mientras sus pensamientos se centraban en una posible tormenta, ya que el viento era fuerte y helador y las nubes cubrían el cielo.
La solución a la pesadilla del hongo somital la tenía Siegrist: «Tres años antes, cuando escalé la vía «Titanic», subí por una canal en la cara sur del hongo. Tuvimos una inmensa suerte: el canal estaba ahí». Arnold lideró los tres últimos largos del hongo, y para el mediodía del día 3 se plantaban en la cima. Justo una semana después de salir de Suiza.
«La Torre Egger en verano tampoco es fácil ténicamente, y si en invierno le añades que las fisuras están llenas de nieve y hielo, pues la cosa se complica más. Los largos más duros fueron los de la travesía Thelong (en la ruta «Titanic»), toda ella estaba llena de nieve polvo. Eso fue lo más duro física y mentalmente. Y no me quiero olvidar de la fuerza del viento, del intenso frío y las pocas horas de luz», concluye Siegrist.
Como otras torres de la Patagonia argentina, la Egger también ha sido escalada en el invierno austral. Sus protagonistas: Dani Arnold, Thomas Senf y Stephan Siegrist.