CRÓNICA | TOMA DE POSESIÓN DEL OBISPO DE BILBO
Iceta acepta el báculo en una solemne y concurrida ceremonia
Mario Iceta inició ayer su ministerio en Bilbo tras una solemne ceremonia en una abarrotada catedral de Santiago. Feligreses, religiosos, autoridades y un buen número de notables invitados, siguieron un acto religioso con toda la pompa para recibir a este gernikarra de 44 años que se presentó como «servidor de todos» y pidió unidad más allá de «la riqueza y diversidad de carismas, ministerios y sensibilidades».
Nerea GOTI
Pasadas las 11.30 llegaron a la plazuela de entrada a la catedral de Santiago tres minibuses de los que se apearon una treintena de arzobispos y obispos, entre ellos el propio Mario Iceta y el que fuera su predecesor en el cargo y actual obispo de Valladolid, Ricardo Blázquez. Para entonces, decenas de feligreses se agolpaban para sacar instantáneas de los prelados en un reducido espacio no acotado. A la llegada de los prelados, un dantzari bailó un aurresku a modo de recibimiento al nuevo obispo, que estuvo flanqueado por el alcalde de Bilbo, Iñaki Azkuna, y otras autoridades.
Tras los saludos de rigor entre los más próximos, a la entrada a la catedral se vivieron algunos momentos de confusión, cuando algunos fieles quisieron acceder al templo para seguir la ceremonia. Personal del Obispado se afanó entonces en reclamar la preceptiva invitación y en cumplir el solemne protocolo en un espacio ya acotado para autoridades y personalidades ilustres en los aledaños del altar.
Para los medios de comunicación y un buen número de feligreses se dispuso una zona de asientos en el exterior de la catedral, desde donde se pudo seguir la ceremonia a través de una gran pantalla.
En medio de un intenso repique de campanas, en una imagen que hacía retroceder en el tiempo siglos atrás, obispos y arzobispos tocados con sus mejores hábitos recorrieron el pasillo central de la catedral tras una gran cruz y un libro de las sagradas escrituras portados en alto por sendos sacerdotes. Su recorrido fue acompañado de aplausos dentro y fuera.
Una vez acomodados en el altar formando un semicírculo con el nuevo obispo en el centro y tras rogar a los asistentes que se apagasen los teléfonos móviles, el nuncio del Vaticano en el Estado español, Enzo Fratini, tomó la palabra para dar inicio a la ceremonia en castellano con un marcado acento italiano.
En representación del Papa Benedicto XVI, dedicó palabras de agradecimiento a Blázquez y se refirió seguidamente a la celebración de la festividad de Nuestra Señora de Begoña, conmemoración que en calles aledañas a la catedral festejaba un buen número de bilbainos.
Tras la lectura de las «Letras Apostólicas» dispuestas en un pliego que dejaba entrever asimismo una grafía de estilo antiguo, se produjo el nombramiento oficial y la correspondiente entrega del báculo.
Espiritualidad
Los acordes del órgano de la catedral y la intervención del coro de la UPV-EHU en diferentes momentos de la ceremonia aportaron un tono majestuoso al acto.
De pie, báculo en mano, Iceta tuvo delante a las autoridades en el primer banco: el alcalde bilbaino, Iñaki Azkuna; el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, y la portavoz del Gobierno de Lakua, Idoia Mendia, entre otros.
Su madre y otros familiares ocupaban un banco contiguo, también ante el altar, cerca de una representación de la Corporación municipal de Gernika, lugar de nacimiento del nuevo obispo hace 44 años. Tras su nombramiento con todos los honores, Iceta tomó la palabra e intervino en castellano, aunque intercaló en su homilía algunas breves referencias en euskara vizcaino.
En primer lugar, agradeció a Dios «porque una vez más vuelve a fiarse de mí, a pesar de mis limitaciones, insuficiencias y pecados», y se refirió en varias ocasiones a la necesidad de sembrar la esperanza en tiempos difíciles.
Destacó su «esperanza e ilusión» en que el cuarto plan diocesano de evangelización «arroje la luz de Cristo a todos los recovecos del corazón y de la existencia humana», y subrayó que el lema de su ministerio es «ser servidor de todos».
Hizo mención especial a «tantas pobrezas agravadas por la crisis, que se ensañan especialmente con los jóvenes, los emigrantes y las personas sumidas dolorosamente en diversos mundos de exclusión», al mismo tiempo que subrayaba «el drama de la soledad».
Quizás a modo de mensaje dirigido a las voces más críticas con su nombramiento, Iceta rogó «que seamos capaces de vivir en unidad, que es un don del espíritu, con la riqueza y diversidad de carismas, misterios y sensibilidades que edifican la comunión», y pidió fortaleza para «derribar cualquier muro de separación, odio o violencia».