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Jose María Pérez Bustero escritor

Brevísima radiografía de lo que somos

Desde de la trascendencia del momento, el autor apuesta por tener «las manos bien asidas a lo que nos constituye». Así enumera y analiza «seis caracteres esenciales: Pueblo, lengua, tierra, proceso de rebeldía, complejidad actual y autofobia». La nueva perspectiva política de actuación supone un «reciclaje tan fuerte» que puede generar en algunos «movimientos de reflujo y recelos» que considera «lícitos». Y plantea pasar esas dudas por «el escáner y por el detector de disfraces», sometiéndolas a cuestiones claves.

En un momento de grandes resoluciones como el actual, donde el impulso de lo experimentado y aprendido, la búsqueda de efectividad y el margen de riesgo asumido ocupan de manera intensa mentes y emociones, resulta necesario tener las manos bien asidas a lo que nos constituye para no hacer regresos ni frivolizar la tarea. Y en ello encontramos seis caracteres esenciales. Pueblo, lengua, tierra, proceso de rebeldía, complejidad actual, autofobia.

Los tres primeros datos van adosados. El primero consiste en que los vascos actuales surgimos dentro de un pueblo histórico y le seguimos dando forma e identidad. No somos un grupo biológico o raza, sino un pueblo.

El segundo dato es que, junto a otros elementos culturales y un profundo sentido de igualdad, los vascos poseemos una lengua propia, que no es excluyente ni limitadora puesto que hablamos otras lenguas así como participamos de otros elementos culturales. Costumbres, igualitarismo y lengua ejercen como dispositivos de identidad y de progresiva cohesión.

El tercer dato básico es que tenemos una tierra. Es solamente una parte de la que tuvimos, pero sigue siendo un espacio físico en el que estamos afianzados. No somos, por consiguiente, una etnia ambulante o desparramada por el mundo, aunque haya vascos que lo estén. A ellos les sirve, precisamente, de referencia con desiguales usos emocionales o de identificación.

El cuarto elemento es que formamos parte de un proceso histórico en el que las fases de institucionalización interna y la rebelión en diferentes formas han sido mucho más intensas y persistentes que la consternación o sometimiento tras las derrotas. Esto se hace evidente en los dos siglos y medio que suceden a la avalancha de los pueblos germánicos (desde el año 409), en las guerras defensivas de los príncipes vascoaquitanos (Lupus, Eudon, Hunaldo, Weifre, años 670-768), en las luchas siguientes contra francos y musulmanes, en la consolidación del reino de Pamplona (desde primeros del siglo IX) y de Navarra, en las luchas contra la monarquía castellana (siglos XII a XVI), en la estructuración de territorios autónomos con sus repetidas revueltas o matxinadas populares, en la oposición a la Convención francesa de los territorios de Iparralde, en las guerras carlistas frente a los gobiernos de Madrid, en la apasionada búsqueda científica de la propia historia y cultura acrecentada en los dos últimos siglos, en la creación de partidos vascos nacionalistas, y en el Movimiento Vasco de Liberación Nacional

El quinto elemento, que en estos momentos es particularmente intenso, se evidencia en la distorsión institucional, cultural y hasta identitaria que ha sobrevenido por la presión e imposición de los sucesivos gobiernos invasores. Actualmente tres territorios se hallan incluidos en el departamento de Pirineos Atlánticos, tres en la Comunidad Autonómica de Euskadi, y uno en la Comunidad Foral de Navarra.

El sexto elemento es que, como efecto de esa invasión y dislocación militar, institucional y cultural hay un porcentaje de vascos que viven de manera fóbica su pertenencia al pueblo vasco en cuanto tal. En unos la fobia es escape y temor a enfrentarse con la labor de emprender la reconstrucción plena del pueblo vasco, aunque la vistan de realismo. En otros, se trata de odio a la existencia misma del pueblo vasco. Explicarán que ellos se identifican con lo vasco/navarro/labortano/zuberotarra en mil formas, o que son simplemente de la Comunidad Foral Navarra, de la Autonómica de Euskadi, o de la Región de Aquitania. Pero se mueven desde de una fobia profunda y ejecutiva.

No la verbalizarán directamente pero todo su esfuerzo político, cultural e institucional está dirigido a arrasar lo que sea pueblo vasco en cuanto tronco que se redefine y reactiva, afianzado en una tierra, y con una persistencia de rebeldía y autoafirmación.

Con estos elementos en activo llegamos al momento actual en que se formula el diagnóstico de que el pueblo vasco debe recurrir a un proceso de acumulación de fuerzas para conseguir triunfos cada vez más determinantes, desistiendo de la violencia.

No es un flash de hoy. Siempre ha existido una reflexión de ida y vuelta, es decir un análisis que determinaba la dinámica a seguir y era a su vez rediseñado por los resultados de esa dinámica. Precisamente, esa post-reflexión ha sido especialmente densa en los últimos tiempos.

Desde luego, la perspectiva de actuación supone un reciclaje tan fuerte que, una vez admitido, puede provocar en algunos una especie de movimiento de reflujo. Una nueva necesidad de volver a examinar tal o cual segmento, y de recelar de éste o el otro movimiento o afirmación. Lícito. Totalmente lícito.

Ahora bien, no se trata de dudas huidizas, imposibles de medir, ni hace falta ir a los más puros o sabios del mundo abertzale. Hay una posibilidad de pasarlas por el escáner. Por el detector de disfraces. ¿Cómo? Sometiéndolo a las cuestiones claves que nos constituyen. Vamos a ellas.

Primera. ¿En este proceso democrático actual se tiene agarrado en las manos y se lo usa como motor esencial el paradigma de que somos un único pueblo, con una cultura y una tierra? Segunda. ¿Se mantiene intensamente el empeño por institucionalizarnos de forma cohesionada para darnos un desarrollo pleno? Tercera. ¿Hay, mientras tanto, una dinámica de rebelión contra el sistema actual?

Última cuestión. ¿Se da cabida a algún tipo de fobia, es decir, de temor a que la tarea sea excesiva con su resultado de retraimiento o, por citarlo también, de odio interno, es decir, de rabia por haber nacido en un pueblo con tanta labor por delante?

Pues, si los que se sumergen en ese proceso asumen que somos un pueblo, con una cultura de igualdad más una lengua propia y con una tierra; si buscan una institucionalización común dirigida a la independencia; si su actitud es de rebelión; y si rechazan cualquier tipo de fobia o reducción de verdades y objetivos, ese proceso es auténtico, hay que zambullirse en él, y apasionarse por él.

¿Eficacia? Ése es el tema pendiente. Toda opción debe pasar por el test de su eficacia. Las de antes y las actuales. La de los príncipes vascoaquitanos, la de los carlistas, la del MLNV.

De momento, la experiencia de las revoluciones en otros países del mundo, la actual permisividad jurídica que se confiere a los gobiernos bajo la teoría occidental del «antiterrorismo», y la evaluación de resultados de la propia dinámica y capacidad es lo que ha convencido del método.

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