CRíTICA cine
«Amador»
Mikel INSAUSTI
El tiempo ha dado la razón al comité de selección del Donostia Zinemaldia, porque, pese a las protestas de Enrique González Macho de la distribuidora Alta Films, “Amador” no merecía estar en la Sección Oficial. Es más, incluso le hicieron un favor a Fernando León de Aranoa, quien de resultar incluido no habría salido bien parado del pase de prensa al tener que enfrentarse al primer abucheo en su carrera. Es como si con este quinto largometraje se empeñara en darles la razón a sus detractores, y de paso a los que anunciaron su declive con la anterior “Princesas”. Lo más duro de asimilar es que mi admirado cineasta falla estrepitosamente en lo que siempre ha sido su fuerte, en el guión. Nunca debería haber llegado a rodar lo que no pasa de ser un simple esbozo, apenas un arranque argumental sin desarrollar. ¿Qué ha sido de esos personajes con tanta historia detrás y de los poéticos diálogos que los humanizaban? ¿Dónde ha quedado la observación atenta de la realidad social? No logro reconocer a Fernando León de Aranoa en “Amador”.
La película nunca avanza, sometiendo al espectador a un espectáculo soporífero hecho de reiteraciones injustificables, que parecen simple relleno y un querer alargar una idea agotada en si misma desde su propio planteamiento. Celso Bugallo es la única presencia que podría haber salvado “Amador”, pero su personaje muere demasiado pronto, dejando sola ante el peligro a una Magaly Solier que con su natural languidez no es capaz de animar la función. Ni siquiera ella se impone como protagonista, ya que la muerte y su influencia sobre la vida ejercen el control en una obra tan vacía como la misma nada alrededor de la cual gravita.
El inverosímil final pretende dar un torpe giro sorpresa a una narración que ya había dejado de interesar mucho antes, sin que el aire de fábula que conlleva encaje con el resto de piezas de ese puzzle omnipresente pero de fabricación defectuosa. Por sobrar, esta vez sobra hasta la música con «melódica» de Lucio Godoy.