CRíTICA cine
«Cartas a Julieta»
Mikel INSAUSTI
He aquí un típico producto comercial de la compañía Summit, cuyas arcas ha engordado la saga “Crepúsculo” a través de su conexión con la juventud más conservadora. “Cartas a Julieta” busca como clientes potenciales a las chicas de hoy en día, pero que tienen un concepto de lo femenino involucionista. Son las jóvenes que sueñan con casarse de blanco en una iglesia, para formar acto seguido una familia convencional. De ahí que este melodrama romántico que sigue la tradición genérica del viejo Hollywood reúna a abuelas y nietas en la misma causa del amor eterno, y no lo digo en el sentido del parentesco estricto sino en el generacional. Además, enlaza con los lazos turísticos que mantienen los anglosajones con Italia y lo hace apelando al personaje de Julieta Capuleto, inmortalizado por Shakespeare. Aunque la película comienza en Verona, bajo el balcón de la histórica figura elevada a mito de la pasión adolescente, no tarda en convertirse en una road movie por los viñedos de la Toscana, con un nada disimulado regodeo en la fotografía de postal.
A pesar de que los responsables de “Cartas a Julieta” buscan la identificación del público más joven con la pareja amorosa que acaban formando Amanda Seyfried y Christopher Egan, no pueden evitar que se vean superados sin esfuerzo por los veteranos Franco Nero y Vanessa Redgrave, quienes, aun disponiendo de menos minutos, se bastan para salir inmunes de una ficción intencionadamente trasnochada. Las inevitables comparaciones con “Come reza ama” se saldan en tablas, porque si esta realización de Gary Winick es menos pretenciosa que la de Ryan Murphy, la iguala en su utilización chantajista de los paisajes emocionales.
La ccuestión habría sido distinta de funcionar la conexión establecida desde “Diarios de motocicleta” entre el guionista portorriqueño José Rivera y el actor mexicano Gael García Bernal, pero la industria de Hollywood se encarga de que el elemento latino nunca vaya más allá de la función decorativa o la humorística.
