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Aquella presa política es la nueva presidenta de Brasil

Brasil ha elegido con un 56% de los votos a Dilma Rousseff como la nueva y primera presidenta. Su rival, José Serra, se tuvo que conformar con un 44% de los votos, en un país donde, a pesar de ser obligatorio votar, la abstención llegó hasta el 21,5%. En su discurso de la victoria, las primeras promesas fueron la erradicación de la pobreza, la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y honrar el legado, consolidando y haciendo avanzar el trabajo, del ex presidente Lula.

Las elecciones presidenciales de Brasil han tenido un marcado carácter de plebiscito sobre la «era Lula». De hecho, Lula no sólo ha depositado en Rousseff su legado y la ha nombrado como su sucesora, sino que ha empeñado su extraordinario carisma y su enorme capacidad de seducción implicándose personalmente en la campaña.

Dilma Rousseff, jefa de gabinete de Lula los últimos cinco años, recoge su testigo: un imparable auge económico y una proyección en el mundo que han hecho que Brasil deje de ser un «país de futbolistas» para convertirse en un gigante que se impone. Con énfasis en la eficiencia del Gobierno, en una preeminencia de lo público en sectores estratégicos como las materias primas, modernizando la vieja infraestructura del país, y con una política exterior imaginativa que ha convertido a Brasil en potencia regional y actor clave en un mundo cada vez más multipolar, la herencia política que Rousseff recibe de Lula tiene sólidos cimientos. Pero queda mucho por hacer, también en la vida cotidiana de los brasileños.

Dilma Rousseff será investida el próximo primero de enero como la primera mujer presidenta de la historia de Brasil. Pero la historia nos deja además otras lecciones reveladoras: la «camarada Rousseff», ex presa política y víctima de torturas bajo el golpismo militar de la década de los 70 del siglo anterior, se convertirá en la líder del país por el que tanto luchó. Y en un futuro muy próximo, será la mujer más influyente del mundo.

La presidenta Rousseff no sólo representa a Brasil y a su ciudadanía: representa la consolidación del proceso democrático y de reformas sociales del país más decisivo de América Latina; y que éste siga siendo un país para todos.

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