Movimientos políticos en Euskal Herria
Barcina como síntoma
Ramón SOLA
Hubo una anécdota la pasada semana que sirve como síntoma de la confusión -y el pánico- extendida entre los defensores de la ilegalización por el nuevo escenario que se va abriendo. La presidenta de UPN, Yolanda Barcina, escribió en su blog lo siguiente: «Ojalá Batasuna pueda estar presente en las próximas elecciones forales y municipales (...). Eso debería significar que ningún ciudadano, absolutamente ninguno, vuelva a estar amenazado de muerte (...)».
Su afirmación no dejaba de ser una obviedad. Sin embargo, el PP de Nafarroa, que rivaliza con UPN por la misma bolsa de votos, se le lanzó a la yugular rápidamente: «Batasuna no puede estar en las próximas elecciones de ninguna manera», replicó Santiago Cervera, también en su blog. A esta polémica le ha seguido luego, como los lectores ya habrán intuido, una ofensiva en toda regla de UPN para demostrar que a duros no les gana nadie: Barcina ha colgado otro texto bastante menos dulce que el anterior y su senadora en Madrid elevó el tono ayer en la pregunta a Zapatero y la moción posterior para hacer marcaje férreo al PSOE.
La doctrina oficial de este sector es la que patentó Pedro J. Ramírez hace ya algunos meses y ha calcado ahora Antonio Basagoiti, que se resume en la mediática definición de «cuarentena» («democrática», por supuesto). Sin embargo, expertos jurídicos españoles ya se apresuran a recordar que tal propuesta no tiene encaje siquiera en la retrógrada Ley española de Partidos Políticos, ni mucho menos en el marco europeo. Y no digamos ya en los principios democráticos básicos, los derechos civiles o el mero sentido común. Lo que el PP pretende es estabilizar otro tipo de «cuarentena» bien diferente: la impuesta, por ejemplo, en Lizartza, donde lleva tres años y medio ocupando la Alcaldía más barata lograda en la historia (27 votos sobre 500 posibles).
A Yolanda Barcina, que lleva una legislatura entera clamando por tener que compartir pleno con dos ediles de la izquierda abertzale, probablemente sólo le traicionó el subconsciente en una jornada en la que debió levantarse de buen humor. La perspectiva de que estén en las urnas en 2011 le provoca urticaria, que nadie lo dude. Pero su artículo es un síntoma nítido de las dificultades que encuentran incluso los sectores más ultramontanos para seguir defendiendo lo indefendible.