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Josemari Lorenzo Espinosa Profesor de Historia

¡Fenicios!

A finales del XIX, Arana los llamó «fenicios». Decía que no querían la independencia, sino pagar menos impuestos. Luego se le colaron en el partido de la mano y el talonario de Sota y en pocos años lo dejaron irreconocible.

Más tarde (1930) entraron otra vez, malogrando la refundación Gallastegi, mendigando el Estatuto en Madrid y haciéndose íntimos de Prieto.

En el verano del 36, pactaron con las autoridades españolas, y en lugar de proclamar la independencia, optaron por enrolarse en la salvación republicana de España. Etarte lo clavó: «El nacionalismo vasco, que nació para liberar a Euskadi de la esclavitud extranjera, está hoy destinado a alcanzar del poder español unos metros de carril y algunas locomotoras. El partido que nació para romper toda relación política con el extraño, está destinado hoy a fomentar esas mismas relaciones y toda su potencialidad está representada en el número de actas que pueda alcanzar para ir allá, al corazón mismo del invasor, para ayudarle a salir de apuros y peligros...».

¿1892? ¿1936? ¿2010? Nada nuevo en el partido. Será ése el secreto de su eternidad?

Hoy los fenicios han completado la tarea histórica. Kizkitza, Sota, Aguirre... pueden descansar en paz. Los otros no tanto. Y ahora...? Lo lógico sería que una vez conseguido el objetivo de estar cómodos en España, el partido que ha llevado a Euskadi a la prosperidad, a la autonomía, al TAV y a la sumisión política definitiva se disolviera dejando la tarea de la independencia a los nacionalistas de verdad.

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