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elton john y leon russell unen teclas

Elton Hercules John es uno de los músicos más completos y singulares de la historia de la música moderna, también uno de los más acaudalados. Siguiendo con sus peculiaridades, ahora se le ha ocurrido unir blancas y negras del piano con Leon Russell, un histórico al que Elton desea redimir y sacar del ostracismo. «The union» (Universal, ya a la venta) es el disco que puede conseguirlo.

Pablo CABEZA | BILBO

Semanas atrás, Elton John declaraba que «pasaba», que ya no estaba por la labor de crear un hit pop, que esas cosas las dejaba en manos de gente como Lady Gaga o bandas como los estadounidenses Scisor Sister, de quienes se declaró admirador años atrás. «No tengo edad para esos retos», venía a confesar quien desde chico decidió llamarse Elton Hercules John, nacido, después de todo, como Reginald Kenneth Dwight.

Elton John ha vendido más de 300 millones de álbumes y unos 150 millones de singles. Su canción «Candle in the wind», regrabada en 1997 en recuerdo de la fallecida Lady Di, se convirtió en el disco sencillo más vendido de todos los tiempos con 37 millones de copias. Si a todo esto se le añaden los ingresos por conciertos y otros menesteres, bien libre se debe de encontrar sir Elton Hercules John para decidir que pasa del pop y de toda su maquinaria actual.

Bajo estas circunstancias, años, actitud y solvencia económica, a Elton John se le ocurrió un día cualquiera de safari por África liarse con su colega Leon Russell, pianista de extensa carrera, muy meritoria, pero de reconocimiento popular rácano. Leon Russell recuerda como se inició la historia: «Elton va de safari cada año y estando en África me llamó a casa. No había hablado con él en 35 años, así que fue una gran sorpresa. Lo primero que Elton me dijo fue que estaba listo para hacer un álbum de duetos con Billy Joel y que quería que le compusiese temas para el disco. Después llamó otra vez a los cinco minutos y me dijo: `Bueno, eso no basta, deberíamos hacer el álbum de duetos juntos'».

Desde el lado de Elton John la historia se complementa: «Puede que todo esto nunca hubiese sucedido si no es por un capricho del destino y el mp3 de David Furnish [director de cine, productor, productor ejecutivo del programa de Costello y compañero sentimental de John]. Estaba haciendo el programa `Spectacle TV', con Elvis Costello, hablando de mi carrera y de lo que me había influido y me dijo: `Elige a tres grandes compositores que creas que hayan sido ignorados', y yo escogí a Laura Nyro, David Ackles y Leon Russell. Así se plantó la semilla. David no sabía nada de ellos, se compró los álbumes de todos y los metió en su mp3. En África escuchaba los discos de Leon Russell con asiduidad, así que terminé llamando a Leon».

La huella de Russell (nacido en Oklahoma como Claude Russell Bridges, cinco años mayor que Elton) se encuentra en buena parte del trabajo inicial de Elton John, en ese cierto gusto por el gospel y el piano sureño, pero, en realidad, los ambientes externos de cada uno más les han alejado que unido. «The union», precisamente, recompone el tiempo. Une a dos amigos que se admiran y nos muestra a un Elton John que, pasando del pop, busca las raíces del piano rock en la blanca cabellera del injustamente olvidado Leon Russell. Es un regreso al pasado, a los recuerdos vívidos de la juventud, donde pasiones y sentimientos se unen con fuerza para toda la vida.

«The union» es un gran disco; quizá le sobren dos canciones de las catorce, pero el resto es una arrebatadora mezcla del pop estándar de Elton John y el genuino rock-blues-soul de Russell. En el duelo musical gana el estadounidense, siquiera porque en canciones como «Hey ahab» transporta a los locales honky tonk, donde el alcohol salía de los grifos, el piano ambientaba los tugurios sureños y las rudas gentes que los frecuentaban. Un tiempo creativo y sano para el rock. La canción la interpreta vocalmente Russell, de fondo se escucha un coro gospel... No cuesta imaginar el pecado entre loas a Dios. Qué barbaridad retro gracias a «las cosas de Elton».

Para el británico la decisión de redireccionar, al menos por esta vez, su carrera parte de la siguiente reflexión: «Si hago otro disco, si el mundo ya no grita por un nuevo disco de Elton John, y yo no grito por hacer otro disco a menos que sea especial, tendrá que ser un álbum que suene moderno y antiguo al mismo tiempo, grabarlo en pistas analógicas con una banda en vez de en formato digital, que es lo que Neil Young me lleva diciendo que hiciese durante mucho tiempo. Vamos, hacer el disco que me apeteciese y de la forma que quisiese».

A «Hey ahab» le sigue una balada más propia del clásico estilo de Elton, «Gone to Shiloh». La cantan los dos: el uno con voz rasgada, el otro más académico; es sencillo decidir quién es quién. Por el medio del corte brota la voz de Neil Young, quizá un poco pegote, pero la canción es tan brillante que ninguna contrariedad puede con ella. En realidad, Young está impecable en su aportación, simplemente sobra. Gracias a Internet, hemos podido ver una toma en directo de esta canción, dentro de un ambiente de taberna, aunque fuese Boston. El invitado para esa tercera voz fue Gregg Allman, de la Allman Brothers Band, y la propuesta quedaba mejor arropada, aún con un Allman leyendo la letra de continuo.

El álbum empieza muy bien con «If it wasn't for bad», que a los pocos segundos nos deja ya todas las identidades del disco: un piano por cada canal del estéreo, Elton y Leon repartiéndose el protagonismo vocal, el gospel de fondo entre coros y rock sureño, imaginarios baretos y, además, un nivel muy alto en composición. El inicio es soberbio, esperanzador para cualquier adulto, amante de la época, de la música con raíces o incluso del vintage.

En «The union» han tenido que disfrutar los dos músicos, pero intuimos que mucho más Elton John, pues es el que se ha acercado al estilo de Leon Russell, quien apenas ha tenido que girar su estilo o formas. Elton ha ido, con admiración y con el deseo de ayudarle en su carrera y su reconocimiento, hacia Leon Russell y Russell simplemente se ha dejado querer, abriéndole, de paso, las puertas del sur, como en la vaquera «Jimmie Rodger's dream», donde la guitarra steel lo tiñe todo de sur. Ambos son buenos amigos de JJ Cale, en especial Leon, así que al más puro estilo Cale corre por «A dream come true». Esto tiene que ser bueno para el corazón.

Quien quiera ver pelillos en el mar podría quejarse de que «When love is dying» es el pop de Elton John, el sonido estándar, la balada adulta que los puristas odian. Puede que no les falte razón, sobre todo observando el espíritu de todo el disco, pero si uno se fija tan sólo en las canciones y las deja correr desligadas de ataduras, sin prejuicios estilísticos, sin escarbar en la historia tan distinta de cada pianista (Leon también es un buen guitarra), «When love is dying» o «I should have sent roses» pasarán como dos excelentes composiciones de agradable resultado, aunque abusen del caramelo. De hecho, podrían ser dos románticos singles, aunque con sabor sesentero. Más cuestionable es «Never too old», un sobrante demasiado Elton, excesivamente edulcorada.

«¿Qué le regalo a un tío que tiene seis mansiones?: Una canción»

La vida de Leon Russell ha girado repentinamente desde que Elton John le llamara desde África. El mundo musical observa de nuevo su melena blanca, su singular aspecto, rememorando, de paso, su longeva obra y el trascendental peso de su piano en algunos momentos de la historia del rock.

Russell fue consciente del valor del gesto de Elton, por lo que quiso regalarle algo especial, pero qué. Al final se inclinó por una canción, «The hands of angels», una balada desnuda repleta de gratitud y amistad. «Quería darle algo a Elton y hablando con mi mujer le dije: `¿Qué le regalo a un tío que tiene seis casas [mansiones] totalmente equipadas y más dinero que nadie?' y lo único en lo que puede pensar fue en regalarle esta canción. Empecé a escribir una del estilo de `Johnny and the Governor': Johnny siendo nuestro mánager y Elton el gobernador. Entonces Elton dijo `si yo soy el gobernador, tú eres el maestro'».

Su actual esposa se llama Janet Constantine Bridges, con quien tiene tres hijos.

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