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El pop sesentero y la sicodelia de los históricos The Zombies regresan sin maquillaje

A The Zombies, por nombre y circunstancias, les tocó vivir en el lado sombrío de la vida, aunque también tuvieron, como el diablo, parte de gloria. Mañana, en Bilbo, la banda mostrará cómo lleva su pasado.

Pablo CABEZA | BILBO

Sólo por escucharles en directo «Maybe after he's gone» o «Beechwood park» habría que ir a escuchar a The Zombies de rodillas. Son dos canciones pertenecientes a su sicodélico álbum «Odessey and oracle», un disco tan memorable como las obras cumbres de los Beatles, los Kinks, los Beach Boys o Mamas and the Papas. Sin embargo, cabe esperar que títulos como «She's not there» y «Tell her now», ambas de 1964, más el hit «Time of the season», ya del 68, sean las canciones más esperadas de la noche. En cualquier caso, The Zombies, y a pesar de que la edad les quiebre ciertas habilidades vocales, podrán demostrar por qué estuvieron a la altura artística de los más grandes de la época, aunque, quién sabe por qué, muy por debajo de la popularidad de formaciones inferiores a ellos.

The Zombies se formó en 1961 en Inglaterra por el impulso de Rod Argent, piano, y Colin Blunstone, voz. Son los únicos miembros originales de la banda que vienen con su actual gira, pero, por suerte, también fueron los fundadoros y los músicos con más peso en la responsabilidad del grupo. Además, cada uno de ellos ha tenido diferentes aventuras en solitario y al frente de otras bandas, todos proyectos minoritarios, pero solemnes piezas del pop británico más alternativo. Británico sí, pero The Zombies consiguieron mucha más popularidad en EEUU, donde llegaron a pegar con mucha más fuerza que en su propio hogar. «Time of the season», una de las mejores canciones de la historia del pop, fue casi un número uno en Norteamérica y poco o nada en Gran Bretaña.

The Zombies grabaron tres álbumes en los sesenta. Llegaron rupturas, regresos, alguna nueva grabación, despedida y otra vuelta a los escenarios. Con el deseo de que se centren en su primera década y, sobre todo, en «Odessey and oracle», con ese pérfido juego de voces y teclados, se apuesta por una noche repleta de arte y melodía.

La banda se completa con Jim Rodford, llegó a tocar el bajo con los Kinks en los ochenta, su hijo Steve a la batería y Tom Money, guitarra.

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