Tras ocho meses de bloqueo, ayer se llegó a un acuerdo para conformar el nuevo Gobierno iraquí, nuevamente liderado por Nuri Al Maliki. Las negociaciones han sido duras y han contado con la participación interesada de los países regionales. La decisiva intervención de Irán ha sido clave, como ayer mismo reconoció EEUU. El bloque Al Iraquiya, vencedor en las urnas y apoyado por los sunitas, se ha tenido que conformar con la portavocía del Gobierno y la dirección de un nuevo órgano, el Consejo Nacional para la Política Estratégica, que es una incógnita en cuanto a los poderes reales que tendrá. Fundamentalmente en seguridad, donde como Wikileaks reveló al mundo, Al Maliki se comportó con los mismos modos de Saddam Hussein. Este órgano, de nombre ostentoso y funciones desconocidas, puede servir para aupar a Allaui en la jerarquía, pero igualmente en el grado de incompetencia, y así, neutralizarlo.

Los kurdos mantienen la presidencia y los sadristas, con bases en Irán, son la llave de la estabilidad. El «gran bazar» en el que se ha convertido Irak para los diferentes actores internacionales hace de Irán un interlocutor imprescindible. Ellos tienen la llave de la caja de Pandora iraquí.