Imanol Intziarte Periodista
Más madera, es otra de bodas
Hace casi un año escribí en este mismo espacio una columna titulada «Lo llaman boda, pero es extorsión», en la que criticaba a esas parejas casaderas que nos «invitan» a una comilona en restaurantes de muchos ceros en la factura y que, obviamente, no salen baratas ni mucho menos. Y remataba asegurando que iba a rechazar el convite en cuestión y «así, de paso, me ahorro que me miren de refilón por ser el único que no viste de traje y corbata. Que ésa es otra».
Como esa otra ya ha llegado y en esta ocasión no me puedo escapar -como diría Don Vito Corleonne, la famiglia es la famiglia-, vamos a hincarle el diente al tema del vestuario, que así me desahogo sin pagar sicólogo. En este tema se dan circunstancias muy curiosas. Mientras que el objetivo de ellas es ir todas diferentes, el de ellos es ir todos iguales. Una de las peores pesadillas femeninas en una boda es la de toparse con otra invitada que luzca un vestido igual. Creo que por eso buscan y rebuscan en las tiendas hasta hallar una prenda que, consideran, ninguna otra invitada en su sano juicio compraría. El resultado es un cóctel cuando menos variopinto de gasas, volantes, pamelas, plumas y otros aderezos que harían las delicias de un cazador de faisanes.
El objetivo de ellos es, como decía, clonarse. Traje, camisa, chaleco y corbata, con sus ligeras variaciones. Incómodos, en una palabra. Mucha mano al cuello para aflojar ese lazo que se siente como la soga del ahorcado, mucho movimiento de brazos y hombros para ajustar una americana que portan como si fuera la coraza de Robocop. Eso arranca antes de la ceremonia y dura hasta que se inicia el ágape. Primero desaparecen la chaqueta y el chaleco vaya usted a saber dónde, luego los faldones de la camisa recuperan la libertad y salen al aire libre en busca de las consabidas manchas de vino y salsas varias, y finalmente la corbata acaba en la cabeza a modo de cinta de aerobic mientras suena «Paquito Chocolatero» y se sientan en el suelo para ponerse guarros los pantalones haciendo la trainera. Eso es elegancia y lo demás son tonterías.