Después de que Stephen Frears se perdiera en el París de época adaptando sin gracia ni talento una novela de Colette con vistas a un reencuentro con Michelle Pfeiffer tan tardío como improductivo, el cineasta vuelve por sus fueros con toda la ironía resabiada del humor típicamente inglés para poner en imágenes un endiablado cómic de chicas original de Posy Simmonds. La enorme decepción causada por “Chéri” se transforma así en un aliviado alegrón viendo “Tamara Drewe”, comedia folletinesca gozosa y divertida de principio a fin. Los enredos son constantes y llenos de picaresca, porque el guión de Moira Buffini es implacable con la mayoría de los personajes, a los que retrata como seres egoístas e interesados, que se creen sensibles e inteligentes pero cuya agudeza mental sólo la utilizan para sacar provecho de cada situación. Los intelectuales urbanitas salen mal parados y, aunque la gente del campo tampoco se libra de la purga general, por lo menos su malicia resulta más natural y espontánea.

La idea argumental es brillante y se toma a broma a los clásicos literarios mediante alusiones directas a la novela de Thomas Hardy «Lejos del mundanal ruido», ya que uno de los huéspedes del albergue con encanto para escritores situado en medio de la campiña inglesa prepara un ensayo sobre el autor de finales del XIX. Sin embargo, ninguno de los altaneros literatos que allí residen se libra de verse mezclados en los asuntos más triviales y vergonzantes, debido a las intrigas de dos colegialas nativas, las cuales se aburren en un pueblo donde no pasa nada y buscan entretenimiento metiéndose con los forasteros. Para ellas Tamara representa a la más famosa de sus paisanas, alguien que ha conseguido triunfar en la ciudad como columnista del cotilleo y ganar dinero para lucir una nariz perfecta tras pasar por el quirófano. Su vuelta va a traer consigo nuevos escándalos domésticos, a cada cual más jugoso y noticiable.