CRíTICA cine
«Bon appétit»
Mikel INSAUSTI
La crítica cinematográfica se está volviendo cada vez más complicada, porque además de comentar lo que vemos se nos pide que seamos adivinos. He observado que las críticas en el Festival de Málaga a «Bon appétit», donde ganó un total de cuatro premios, fueron mejores que en el posterior estreno comercial. Debió de ser porque allí se pasó en versión original, mientras que con la versión doblada la película sale seriamente perjudicada. Por eso no queda otro remedio que imaginarse a los intérpretes hablando en tres o cuatro idiomas, sobre todo en inglés y alemán. Hay escenas que se vuelven delirantes, como cuando Elena Irureta no se entiende con el italiano Guilio Berruti, pero ambos están doblados y se expresan en un perfecto castellano. Se percibe que «Bon appétit» es una película muy europea, y que la actuación de Unax Ugalde es de lo mejor que ha hecho, pero insisto en que es muy difícil juzgar tales aspectos al oírle hablar con una impostada voz que no es la suya.
También he de reconocer, en sentido contrario, que la sensación que deja Nora Tschirner es distinta y, al no saber cómo es su verdadera forma de expresión verbal, se adecúa bien al tipo de entonación que han buscado para su compañero de reparto. La química que se genera entre ambos es la que mueve toda la narración, la cual se desliza suavemente como una historia de amor imposible sin estridencias ni desgarros emocionales. Por utilizar las metáforas culinarias a las que se presta «Bon appétit» se puede decir que es un plato ligero pero de sabor agridulce y, ya que ella es sumiller, si se compara con un vino sería de los que en nariz despiden aromas florales pero en boca dejan un regusto amargo. El debutante David Pinillos ha tratado de encontrar un delicado equilibrio entre los aspectos cosmopolitas más superficiales de la nueva cocina y la emoción interior de los erráticos personajes, en consonancia con el dilema que vive el cocinero protagonista, dividido entre sus sentimientos y la ambición profesional.