Repunte de la tensión entre las dos Coreas
Fuegos de artificio y munición real
Más allá de la cuestión de quién habría disparado primero, el conflicto norcoreano nos muestra un escenario en el que los intereses extranjeros (EEUU y China, sobre todo) tienen mucho que decir, y de hecho lo dicen, aunque sea de forma indirecta.
Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)
El autor va más allá de los análisis reduccionistas y maniqueos tan en boga a la hora de analizar la cuestión coreana y desgrana el contexto en el que se ha dado este último repunte de la crisis. Contexto marcado por constantes maniobras militares de Corea del Sur y su aliado estadounidense y un nuevo movimiento en la pugna nuclear de Corea del Norte, en pleno proceso político sucesorio.
Desde hace meses, se están sucediendo acontecimientos que de una u otra manera condicionan cualquier salida negociada al conflicto que mantienen las dos Coreas. Así, en marzo, un buque de guerra surcoreano, Cheonan, se hundió en las disputadas aguas del mar Amarillo, sucediéndose las versiones enfrentadas sobre la autoría del incidente (para el sur, se trataría de un ataque militar del norte, mientras que Pyongyang afirma que pudo tratarse de una antigua mina o de un accidente técnico).
Más allá de las versiones, la tensión ha ido en aumento, a lo que ha contribuido el nuevo presidente surcoreano, Lee Myung-bak, quien desde que se hizo con el poder en 2008 ha tomado medidas que han deteriorado aun más las ya de por sí delicadas relaciones intercoreanas.
La anunciada sucesión en la dirección de Corea del Norte es otro factor a tener en cuenta. La transferencia de poderes en marcha, con la figura de Kim Jong-un en alza, ha disparado las interpretaciones sobre eventuales luchas de poder internas, sobre la desafección hacia la dirección política, las fracturas entre los militares o la incapacidad del joven Kim Jong-un para dirigir el país en el futuro. Sin embargo, análisis más sosegados de quienes conocen mejor aquel país echan por tierra esas teorías, rechazando de plano la lucha sucesoria y las grietas en el sistema norcoreano.
Es más, esas mismas fuentes señalan que tambié n ocurrió algo parecido en 1994 cuando Kim Jong-il asumió el poder, y todas las predicciones negativas se mostraron luego fallidas. Además, es casi seguro que este tipo de movimientos se producen cuando están cerrados todos los flecos, tanto en Corea del Norte como en cualquier otro lugar del mundo.
Las maniobras militares, que desde Pyongyang son vistas como una provocación, también han podido influir. Tras el incidente del Cheonan, EEUU y Corea del Sur se han prodigado en «las muestras de fuerza hacia Corea del Norte». Seúl ha llevado a cabo en las últimas semanas las maniobras anuales «Hoguk», movilizando a más de 70.000 soldados, lo que ha provocado la ira de Pyongyang.
Algunos han querido ver en este último enfrentamiento una maniobra del futuro dirigente norcoreano para asentar su poder en la estructura política y militar de su país. Pero es demasiado pronto para saber si nos encontramos ante otra predicción errónea.
También hay que observar el factor nuclear. Desde hace tiempo, la capacidad nuclear de Corea del Norte trae de cabeza a Washington y a sus aliados, que una vez más dan muestras de su doble rasero con embargos, amenazas, bloqueos y sanciones. En esa guerra de posiciones, dirigentes estadounidenses lanzaron hace días la amenaza de rearmar con armamento nuclear el sur de la península, y desde Seúl se produjeron declaraciones ambiguas en ese sentido.
La respuesta no tardó en llegar, y Pyongyang mostró al mundo, a través de un científico norteamericano, las modernas instalaciones de una planta de enriquecimiento de uranio. EEUU, por su parte, anunció que esa realidad hacía imposible un retorno a las negociaciones, al tiempo que su enviado especial en materia nuclear, Stephen Bosworth, visitaba Seúl, Tokio y Beijing para intentar cerrar un círculo sobre Pyongyang.
Más allá de quién haya disparado primero, la península coreana nos muestra un conflictivo escenario, donde los intereses extranjeros (EEUU y China, fundamentalmente) tienen mucho que decir. Las maniobras y declaraciones norteamericanas y los viajes a Beijing del actual dirigente norcoreano son claros ejemplos de ello.
A día de hoy, Corea del Sur ha suspendido la ayuda alimentaria que prestaba al norte, así como los lazos comerciales que se estaban forjando, y también ha incrementado su campaña propagandística contra el sistema norcoreano. EEUU sigue apostando por la presión y las medidas represivas contra Pyongyang. Por su parte, los dirigentes norcoreanos han apostado por retomar las negociaciones que aborden todos estos puntos problemáticos y abran las puertas a una solución definitiva del llamado «conflicto coreano».
Un primer paso sería que las relaciones entre ambas Coreas retomaran la problemática de las familias separadas, los lazos comerciales, y el desarme progresivo. Al tiempo que los actores extranjeros deberían afrontar la resolución del conflicto en clave positiva y no en función de determinados intereses estratégicos y geopolíticos.