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La captura número cuatrocientos cae en el morral del cazador Patxi Puñal

Honestidad, sacrificio, humildad, discreción... son los términos que más se han escuchado en los testimonios recogidos para realizar este reportaje. Rara avis en el fútbol de élite, Puñal se ha ganado sus números a pulso.

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Natxo MATXIN

El pasado domingo cumplió 400 partidos con la elástica rojilla -sólo Echeverría le supera- y como si tal cosa. Patxi Puñal es ya leyenda viva del osasunismo y un ejemplo para las generaciones venideras que quieran dedicarse a esto de darle patadas a un balón. Sus números -casi todos en Primera- no son fruto de la casualidad o la suerte, detrás de su fértil trayectoria deportiva hay toda una historia de perseverancia y creencia firme en sus posibilidades que le han permitido franquear cuantos obstáculos se le han puesto en su camino, por muy dificultosos que hayan sido éstos.

El que tuviera que compatibilizar trabajo con deporte -todavía muchos ex compañeros le recuerdan llegando al entrenamiento con el bocata bajo el brazo para irse después a trabajar de noche a la empresa Lucas Girling- o salir airoso de una cesión en el Leganés durante año y medio son sólo dos capítulos de ese espíritu de superación. El propio protagonista reconoce que estos dos episodios le sirvieron para «llegar al máximo nivel cuando estaba preparado» y que superando dificultades «se aprende a valorar los detalles, quizás por ello he aguantado estos diez años», remarca.

Aunque no le gusta ser «el abuelo Cebolleta que cuenta sus batallitas, porque no tiene mucho sentido si no las has vivido», su experiencia debe servir a los jóvenes talentos para saber que sin sudor no hay gloria. Su éxito está basado en ello: «Mi secreto es que tengo pasión por el fútbol, no me cuesta entrenar ni concentrarme, siempre necesito hacer un buen entrenamiento para quedarme tranquilo». Ello y que no ha padecido grandes periodos lesionado, en lo que hay «una cierta dosis de suerte y que quizás tengo un cuerpo menos frágil».

Con la honestidad de su trabajo por bandera, siempre ha gozado de la confianza y defensa de un buen ramillete de técnicos que han creído en él a muerte. Como la dupla formada por Enrique Martín y Miguel Sola, que le repescaron para el Promesas en unas Navidades de 1996, cuando ya casi estaba resignado a ser un buen jugador de la Tercera navarra. Un vuelco en su carrera, pese a que aún le quedaba mucho trecho por recorrer hasta llegar a la élite. «Lotina me comentó que no le importaba que me quedara en el equipo porque entrenaba bien, pero que era el quinto pivote en esos momentos. Le agradecí su sinceridad y decidí marcharme cedido al Leganés», donde había recalado su mentor, Martín.

Media temporada notable y una segunda campaña sobresaliente, aderezada incluso con un importante bagaje goleador, le permitieron por fin tener la oportunidad de ser profeta en su tierra. Pero, como el refrán, volvió a tenerlo crudo. No esconde el uhartearra que aquellos pitos de la grada cada vez que retrasaba el balón convirtieron cada domingo «en una batalla» y en replantearse si «sería capaz de dar la talla a ese nivel». Afortunadamente para él y para el futuro de Osasuna, Lotina le echó su capote «defendiéndome a muerte y diciendo que era uno de los mejores pivotes de Primera».

Estabilidad, un factor esencial

Esa seguridad le permitió consolidarse en la élite y formar pareja con algunos de los que luego serían los más importantes traspasos en la historia rojilla -los dos García, Pablo y Raúl-, que no la habría alcanzado de no ser también por la estabilidad de su entorno, admite Puñal. «Le doy un valor muy importante a que no ha habido cambios bruscos en mi vida. Vivo casi en la misma calle que lo hacía de pequeño y mi pareja es desde los 19 años», a diferencia de lo que les suele ocurrir a muchas promesas que llegan arriba a velocidad supersónica «y que sufren cambios muy fuertes y rápidos, que hay que saber digerir, lo que es muy difícil», apunta.

Precisamente de su entorno familiar es de donde le brotó la simpatía por el balón. Su padre, fallecido hace poco tiempo tras una larga enfermedad, no sólo le introdujo en la pasión por el fútbol, sino también en la de disfrutar del entorno y la caza, una de sus reconocidas aficiones, junto a la de jugar una buena partida a las cartas con los amigos de toda la vida. Sus obligaciones deportivas apenas le permiten disfrutar con la pasa de la paloma y un poco más con la becada, aunque no le importa «porque más adelante ya tendré todo el tiempo que quiera para ello».

Sus distracciones cinegéticas tendrán que esperar a la vista de cómo le va en la presente temporada -titular en diez de los doce partidos ligueros-, aunque todavía no ha renovado -acaba contrato en junio-, «pero no habrá problemas para hacerlo» y, pese a su ligazón con el deporte rey, «todavía no me termino de ver como entrenador».

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