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CRíTICA cine

«Harry Potter y las reliquias de la muerte»

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Koldo LANDALUZE

Diez años después de “Harry Potter y la piedra filosofal” seguimos con las mismas, aguardando el inevitable encontronazo entre Harry Potter y lord Vordemort. En el trayecto han quedado loables intentos –como el que realizó Alfonso Cuarón en su incomprendida “Harry Potter y el prisionero de Azkaban”– por dotar a esta rentable franquicia de un empaque dramático y un buen puñado de entregas que se han limitado a sacar el mayor rédito posible a una trama estirada hasta la extenuación y que tuvo en la anterior “Harry Potter y el misterio del príncipe” su vertiente más descarada. En un intento por dotar del atractivo adiós que se merece esta longeva saga, los responsables han querido apostar sobre seguro y han vuelto a contratar los servicios del cumplidor David Yates para no entorpecer los cálculos millonarios que legará la última entrega, que ha sido dividida en dos partes. Lo cierto es que este estreno, anunciado con tanta pompa y circunstancia, no es más que un previsible prólogo –¿no lo fue ya la citada “El misterio del príncipe”?– de lo que se supone será la segunda y esperamos sea la última entrega: un largo y cansino precalentamiento en el que Yates ha esbozado lo que se supone será la madre de todas las batallas mágicas.

Para dotar de cierto interés a la película, el autor ha centrado todo su esfuerzo en la huida hacia adelante que comparte el trío protagonista, mientras las criaturas comandadas por el siniestro Voldemort siguen su rastro. En este espacio de constante carrera, Harry, Hermione y Ron tendrán el tiempo suficiente para descubrirnos los desarreglos sentimentales que padecen tras haber dicho el adiós definitivo a su infancia y haber entrado en esa eclosión hormonal denominada adolescencia. Envuelta en una atmósfera oscura, fotografiada por el maestro Eduardo Serra, la película no es más que un tímido fogonazo de efectos digitales que tiene en su prometedor arranque uno de sus mejores momentos. El resto no es más que una secuencia repetida de suspiros, sobresaltos y anhelos por saber que dará de sí el último y definitivo duelo.

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