Contra el capital, la independencia
Los malos augurios de la crisis sobre un futuro amenazador y empobrecido para las clases más desfavorecidas se van cumpliendo inexorablemente mientras el capital, agotado y refundado a la vez, somete a los gobiernos de Europa y les marca las políticas económicas que más pueden favorecer al neoliberalismo global. El rescate de Grecia, de Irlanda y las exigencias a los «estados periféricos» (Portugal y España) han puesto sobre la mesa una cuestión clave para el futuro; una interrogación que siembra dudas razonables sobre la soberanía de los estados para decidir sobre sus recursos económicos y aplicar las políticas sociales o económicas que decida la ciudadanía, a través de la representación parlamentaria. La pregunta que está en el pensamiento de muchos llega a cuestionar las actuales democracias, debido al servilismo con que los gobiernos que las representan se pliegan a las exigencias del capital. ¿Qué importa -advierten los más pesimistas- quién gane las elecciones si, al final, se va hacer lo que imponga el FMI o la señora Merkel?
Si nos detenemos a pensar, el caso del Sur de Irlanda es verdaderamente sangrante. Un país que durante siglos ha luchado por alcanzar su independencia del Reino Unido y, ahora, después de 62 años de libertad, vuelve a estar subyugado bajo el capital británico. El dinero inglés y alemán, los dos grandes acreedores de Irlanda, es el que ha ordenado a Brian Cowen la política de ajustes sociales que, siguiendo el guión de su único beneficio, tiene como objetivo doblegar la soberanía económica y destruir los derechos de los trabajadores. Karl Marx lo afirmó con claridad: «Sin independencia económica, no hay independencia política». Esa máxima proclamada en el siglo XIX refleja con nitidez el problema de los estados europeos, sin capacidad de decisión, arrastrados por la voluntad del gran capital y del mercado monetario. Por ese motivo, las consecuencias de la crisis van a trascender en el devenir histórico más allá de lo que vaticinan economistas y políticos. Nekane Jurado, en el libro «Independencia. De reivindicación histórica a necesidad económica», editado por Txalaparta, afirma, con acierto, que nos enfrentamos a un cambio de ciclo con todo lo que ello puede suponer en la organización de los pueblos y de los estados en el mapa de la economía mundial. Que algo está fallando en las estructuras políticas e institucionales es una tímida reflexión que empieza a emerger en el pensamiento político a cuentagotas. El jueves, el que fuera presidente del Congreso español y miembro de la Comisión Europea, el socialista Manuel Marín, reconocía en una entrevista la necesidad de una nueva organización del estado, y abogó por el federalismo como la fórmula más idónea para resolver los problemas de unas estructuras caducas. No es la opción por la que lucha Euskal Herria pero, al menos, parece una bofetada mínima al mensaje inmovilista y rancio del Gobierno español, que piensa que con detener a vascos borra la crisis de la opinión pública.
Para bien o para mal, lo cierto es que la tal crisis ha creado un escenario económico, político y social diferente que debe de tenerse muy en cuenta en la lucha por la independencia y en el debate que se lleve a cabo en la acumulación de fuerzas que se pretende. Pero no todo es tan sencillo. La ofensiva del capitalismo global responde a un proyecto ideológico más amplio y más complejo, que no es ajeno a EH, y al que debemos enfrentarnos desde la experiencia y las propuestas ideológicas que el movimiento de liberación nacional, social y de género ha ofrecido como pueblo y como clase. Ésa es la razón por la que creo que el libro de Nekane Jurado llega en el momento oportuno para hacer una reflexión profunda sobre la necesidad de la independencia económica y de las oportunidades que ésta puede ofrecer a Euskal Herria en aras de construir un modelo de sociedad alternativo a los desmanes del capital y más justo con los trabajadores y las clases más desfavorecidas, generadas muchas de ellas por el neoliberalismo global.
En el libro existen dos exposiciones importantes para iniciar un debate sobre el derecho histórico a la independencia y la realidad a la que nos debemos encarar para ejercer ese derecho y, además, cambiar la sociedad. Si algo enseña el libro es a no ser complacientes con nosotros mismos, pensando que Euskal Herria es diferente y aún permanece en una urna no contaminada por la ofensiva ideológica del capitalismo, de un neoliberalismo económico que ha transformado los valores culturales, históricos y sociales de convivencia en un individualismo atroz y en una alienación consumista, dirigida, aquí y en el resto del mundo, a destruir la identidad de los pueblos, la cohesión social de las clases populares y, por lo tanto, la fuerza o la necesidad de luchar por sus derechos. Nekane disecciona meticulosamente la sociedad vasca y la retrata con la fidelidad de los hechos y los datos, contrastados en el campo laboral, político, humano y social, situando la reivindicación histórica de la independencia en unos parámetros de cambio económico y social, necesario para todas las personas que trabajan y viven en Euskal Herria.
En la segunda parte, la autora aparca el análisis crítico y, en un ejercicio de teoría marxista, recoge la propuesta y la esperanza de una idea en la que debemos creer firmemente porque aporta el sueño de lo posible. «La Euskal Herria de hoy -escribe- puede construir el mañana». Según indicó en la presentación del libro, el texto pretende ser «un material de debate, nunca una tesis final». Desde aquí añadiría que, en particular esta segunda parte, debe de ser «un material de debate» urgente y forzoso para abrir la reflexión en la clase trabajadora, hoy mayoritaria pero con poca conciencia de serlo, y entender por qué, en pleno siglo XXI y en medio de una convulsión económica, la independencia de un país, pequeño y oprimido, puede ofrecer a su ciudadanía la alternativa real de transformar el futuro, desarrollando un modelo económico y social que ponga freno a la deslocalización, el desempleo, la exclusión social, el consumismo, la falta de vivienda... y abogue, entre otras cosas, por un reparto equitativo de la riqueza. Es lo que Nekane Jurado denomina y defiende como el socialismo identitario y que en el texto queda muy bien explicado.
Al contrario de lo que muchos derrotistas autonómicos puedan opinar, el libro no refleja una quimera, habla de una «viabilidad», basada en datos y también en reflexiones ideológicas, realizadas en los últimos años por la izquierda abertzale y por otros agentes sociales con un trabajo consolidado en la sociedad vasca. «La infraestructura física de Euskal Herria y sus importantes recursos humanos, fiscales y financieros, debidamente canalizados, garantizan la viabilidad del proyecto independentista y socialista vasco». Y para conseguirlo, «confiamos -escribe- en las mujeres y hombres que anónimamente trabajan y se esfuerzan por transmitir a sus descendientes una Euskal Herria libre y socialista, no patriarcal, euskaldun, respirando con Amalur y repartiendo sus frutos como el sol se reparte en verano». Bonito final para un libro que es urgente leer, para aprender, a pie de calle, los entresijos de la economía, los usos y los cambios posibles que se pueden hacer con ella y, desde el horizonte económico y laboral, descubrir las ventajas que aportará la independencia a Euskal Herria.
Pero el artículo no termina aquí. Debo agradecer al libro la memoria de unos versos que olvidé hace tiempo. Observando el ir y venir tan impetuoso de esta crisis y leyendo las reflexiones que Nekane ofrece en su obra, he encontrado en ellas, como si fuera la clara serenidad de un solitario viaje, unos versos del poeta hindú Rabindranath Tagore: «Donde las rutas están trazadas/ el futuro pierde su camino./ En la amplia agua, en el cielo azul/ no hay reguero de huellas./ Y yo pregunto/ ¿tendremos valor para abandonar la ruta trazada,/ y encontrar el futuro escondido tras la libertad?».
Son versos, aunque parezca extraño, cosidos a un libro de economía y alternativa política. Palabras precisas que hablan del valor revolucionario que se exige para buscar nuevos caminos en los tiempos más inciertos y oscuros.