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Antonio Alvarez-Solís Periodista

La muerte digna

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Una vez más, el ruido que hace el Gobierno de Madrid suena a hueco. Ahora legislará sobre la muerte digna, ya que no le es posible hacerlo sobre una vida digna, cosa al parecer imposible ¿Y qué entiende el Gobierno, o sea el Sr. Rubalcaba, por una muerte digna? Concretamente, morir sin dolor. Esto es, habla de una ley, quizá avanzada, sobre cuidados paliativos para el agonizante. O lo que es igual, una ley protectora contra el empecinamiento terapéutico ¿Nada más que eso? Nada más. Pues en este caso no vale la pena esforzarse en dictar una ley que ostente en su título lo de la muerte digna. En los hospitales y centro sanitarios se ha asumido ya, desde hace muchos años, tal tipo de ayuda humanitaria. En los departamentos dedicados al combate contra el dolor final se administra analgesia que adelanta de hecho la muerte digna. Se hace con todo el pudor y sentido moral. El ser humano no merece una pervivencia que signifique una dramática muerte en vida. De lo que trata ahora el mundo sanitario es de dar un paso más que ponga en manos del enfermo la decisión sobre su existencia. Hablemos claro: se trata de la eutanasia noblemente concebida ante una vida que, por las razones que sean, no merece la pena ser vivida. Es el último y gran derecho del viviente. La eutanasia, que es mucho más que el suicidio. ¿Y que ha dicho el Sr. Rubalcaba sobre la eutanasia? La ha rechazado de plano. Por tanto, estamos ante una iniciativa sonora y vacía. Un engaño más. Seguiremos sin tener en el empleo el derecho fundamental. Seguiremos viviendo una vida miserable en tantos sentidos. Pero el Sr. Zapatero propondrá, de cara a las elecciones, una analgesia dirigida. Simplemente eso. Dentro del tambor no hay nada más que un vacío inmenso.

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