Los admiradores de la manera de hacer política en Catalunya, que son legión por estos pagos, lo tienen difícil estos días.

El Principat asiste, desde el fiasco del proyecto de nuevo Estatut -al que no mentan ni sus defensores-, a una involución política que tendrá su colofón con los resultados de los comicios de hoy.

Se anuncia una victoria «a lo Pujol» de CiU, el partido liderado por un Artur Mas que pactó con Zapatero el cepillado del proyecto estatutario.

Su programa se limita a pedir, 30 años después, el mismo Concierto Económico vigente en la CAV y en Nafarroa. Un intento comprensible, pero tardío, que busca frenar la imparable decadencia que sufre Catalunya (y su capital, Barcelona) en beneficio del insaciable centralismo de Madrid.

Para echar más leña al fuego, los «catalanistas» del PSC han paseado a Felipe González de mitin en mitin en un intento de movilizar el voto español y metropolitano del PSOE que sólo se moviliza en las elecciones generales.

Todo ello en el contexto de una campaña en la que la frivolidad de los mensajes audiovisuales (desnudos, orgasmos y videojuegos Terminator) ha dejado en evidencia la ausencia total de mensaje político.

A la vista de todo ello, lo único que resulta comprensible en medio de tanta política ficción-en el sentido más ajustado del término- es la anunciada alta tasa de abstención (se habla hasta de un 50%), el voto en blanco o nulo (en torno a un 8%) e incluso la a priori discutible decisión del independentismo de izquierdas de pasar de estos comicios y concentrarse en las municipales justo en un momento en el que la apuesta soberanista gana enteros y centralidad en el seno de la sociedad catalana.