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Eusebio pabola afectado de cáncer por amianto

«Los empresarios nos han matado en vida; es cruel»

Veintiocho años trabajando en Kaefer, de Arrigorriaga, le condujeron a una enfermedad profesional derivada del contacto con el amianto. El mesotelioma se le ha extendido a los dos pulmones. Eusebio Pabola es un luchador. Hace meses condenaron a la empresa a un recargo de prestaciones del 50%.

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juanjo BASTERRA |

Los empresarios acostumbran a decir que ellos desconocían los efectos malignos y mortales del amianto, porque es una manera de esconder su responsabilidad. Sin embargo, conocen los nuevos procesos de producción, los nuevos materiales y nueva maquinaria que les permite ser más competitivos. Evidentemente, en lo que es la salud de las personas a su cargo, tendrían que haber puesto las medidas oportunas de prevención para evitar las graves consecuencias que provoca la inhalación de las fibras de amianto, porque lo dicen las diferentes normativas y «por humanidad».

«No tienen corazón», espeta Eusebio Pabola, afectado por amianto. Tiene 68 años; con 59 le aparecieron placas pleurales; después, un mesotelioma en un pulmón, que en este momento se le ha extendido al otro. «Estoy jodido. Pero seguiré luchando hasta que tenga fuerzas», precisó en una entrevista a GARA. Este ex trabajador también fue delegado sindical de CCOO.

Desde los años cuarenta del siglo pasado se conocían los efectos malignos del amianto para las personas. La primera asociación entre el asbesto (amianto) y el cáncer fue establecida en 1955 en un estudio de casos-control, y en 1960 lo relacionaron de forma directa con el mesotelioma pleural. Había literatura científica y médica abundante, pero se ocultó.

Este año han fallecido en Hego Euskal Herria 21 trabajadores; un año antes fueron 18. Son las estadísticas de las que dispone la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (Asviamie), pero se sabe que ese dato frío es sólo la punta del iceberg, que se oculta para evitar que esa dramática realidad se conozca. De hecho, hace diez días el Departamento de Sanidad del Gobierno de Lakua trasmitió una nota informativa sobre «los 25 años de la creación del Registro del Cáncer en Euskadi». En la misma, se reconoce el aumento de su incidencia. «Entre 1986 y 2006 ha aumentado la incidencia del cáncer pasando de 6.843 casos nuevos en 1986 a 11.149 en 2006». Añade que en el quinquenio 2002-2006 se ha diagnosticado una media de 11.229 casos nuevos».

Esa nota de Lakua no cita el amianto por ningún lado como causa directa. Pero G. López Abente, en una publicación que vio la luz en 2005, afirma que entre 1978 y 1992, 2.265 personas fallecieron en el Estado español como consecuencia del cáncer de pleura. Un estudio posterior, entre 1988 y 1998, registra otros 1.647 muertos y cita expresamente a Barcelona, Gipuzkoa, Las Palmas, Bizkaia, Zaragoza y Nafarroa como las «provincias con mayor riesgo de mortalidad».

Eusebio Pabola recibe a este diario en su domicilio de Bilbo. Se halla junto a la máquina de oxígeno y en el pasillo de su vivienda tiene su «vehículo-motocicleta» que utiliza para desplazarse en la calle «porque me canso mucho; tengo las piernas hinchadas. Ahí también llevo una mochila con oxígeno, porque lo necesito, me ahogo». Desde hace años tiene, además, una bomba de morfina incrustada en su cuerpo. «Hasta dentro de dos años no me la quitan. Es para paliar el dolor», explica.

¿Cómo se encuentra en estos momentos?

Mal. Después de todos estos años, tengo ya los dos pulmones cogidos. He estado recientemente ingresado en el hospital once días, por el fuerte dolor. Vamos tirando poco a poco, pero empieza hacerse muy duro Lo cierto es que mientras se pueda hay que tirar para adelante, porque siempre he sido un luchador. Mi mujer, Antonia María Ortiz, dice que soy muy optimista, un luchador. Es así, pero ahora estoy jodido. He estado 11 días, hospital con antibióticos. He salido hace poco.

¿Qué recuerda de su empleo en Montero, posterior Kaefer y ahora Kaefer Aislamientos?

Los recuerdos, sinceramente, los quiero olvidar, por un lado, y por otro reconozco que es ahí donde me han jodido la vida y donde me han matado en vida; es cruel. Desde hace años no puedo hacer lo que quiero. Estoy pegado al oxígeno en casa y lo tengo que llevar a la calle en una mochila cuando voy a pasear o a hacer algo. Ando con la scooter. Es así de duro. Pero repito que, mientras pueda, seguiré luchando .

¿En qué puesto trabajaba en Montero o Kaefer, empresa que de Retuerto pasó al polígono Atxukarro de Arrigorriaga?

Trabajaba de peón. El oficio mío era de ajustador, pero en esa empresa no existía. Fui ascendiendo a oficial de tercera y, después, a oficial de primera. Al final, fui califugador, reparando máquinas y descargando el amianto que venía en sacos a la empresa. Después de estar con los saco salíamos blancos como los panaderos por el polvo del amianto. Nadie nos dijo del peligro que corríamos si inhalábamos ese mineral cancerígeno.

¿Sacos de amianto dice?

Sí, sí. Descargando sacos de amianto puro, pero es que nosotros comíamos el bocadillo encima de los camiones donde llegaba el amianto. Nadie nos dijo nada de ese peligro. Además, con los buzos blancos del amianto acudíamos al comedor, donde estábamos más de 100 trabajadores. En las taquillas donde dejábamos la ropa dejábamos los buzos y la ropa de la calle. Traíamos a casa los buzos a lavar, con el consiguiente riesgo de que los míos también inhalasen ese mineral.

¿Cuántos años trabajó en esa empresa?

Veintiocho años. Quisiera borrar todo aquello. Porque de ser una persona activa, que he pintado la casa, he puesto las puertas, los rodapiés, lo que fuera. Ahora me veo imposibilitado para hacer una vida normal. Estoy desahuciado. No tengo arreglo. Estoy pegado al oxígeno, a la bomba de morfina que no me la quitarán hasta dentro de dos años. Tengo parches, chupachuses... tengo la farmacia entera en mi casa. Esta es mi vida, la que me han dejado estos empresarios desaprensivos, que no nos dijeron el peligro que corríamos. Desde 1998 llevo fuera de la empresa por esta enfermedad, que al principio me la dictaminaron como enfermedad común, y tuve que esperar y pelear hasta el año 2005 donde me la reconocieron como enfermedad profesional.

¿Por qué cree que los empresarios y los médicos de esos centros de trabajo o de los ambulatorios y hospitales no decían nada del peligro que entrañaba el amianto?

Tengo claro que ellos conocían esos peligros del amianto. Claro que sí. Lo que ocurre es que era más fácil y económico poner al trabajador de parapeto que poner las medidas adecuadas o usar otros materiales no cancerígenos. Les daba igual que el trabajador enfermase. En esa donde estuve 28 años de mi vida han fallecido más de 40 trabajadores, muchos de ellos por amianto y otros sin saber porqué. El amianto era barato, por eso no decían nada. Nos daban unas caretas de papel, que no servían para nada. Es un aislante del calor. A nadie le importó si su utilización mataba a los trabajadores, porque la muerte no era nunca fulminante, ya que pasan años hasta que te aparece. Es cierto que una vez que surje el mesotelioma en uno o dos años, muchos de mis amigos de la asociación, han fallecido por ese efecto mortal.

¿No importa la salud del trabajador, sólo la manera de enriquecerse?

Así es. La salud es lo de menos para los empresarios, porque ellos no están en contacto directo con el amianto. Sólo piensan en enriquecerse a cuenta del sudor y la salud de los trabajadores. Luego, el trabajador tendrá que ir de juicio en juicio para que se le reconozca algo tan simple como que ese cáncer que tiene o esas placas pleurales son consecuencia del trabajo con el amianto. No es fácil. A veces, te preparas para tirar la toalla, porque estás jodido y, además, tienes que sufrir en los juzgados. Yo sigo adelante. Me gustaría que, aunque para mi no se consiga nada, para el resto de los trabajadores se logre un reconocimiento directo. Muchos han estado trabajando con amianto y no pueden justificar dónde han estado, porque las empresas han desaparecido. Están desamparados. Por eso, me gustaría que se creara un fondo de compensación para evitar esas situaciones dolorosas para muchos ex trabajadores. Tendría que ser una iniciativa del Gobierno español.

¿Por qué tarda tanto ese fondo con el que todos están de acuerdo, según dicen?

Estoy luchando desde el año 2000. Creo que lo pasa es que temen que se abra una vía de esas, porque todos los demás vamos detrás. El problema se encuentra en que hay muchos afectados por el amianto que, aunque lo tratan de ocultar, van saliendo. Y, claro, los empresarios no quieren soltar un duro, pero tampoco la Administración pública.

Pero, ¿los empresarios son los que han provocado este grave problema?

Sí, por supuesto. Ellos no nos dijeron que inhalar amianto era malo, pero tampoco nos dieron la protección adecuada.

Ya. El no poner en marcha ese fondo y una directriz que diga que los trabajadores del amianto deben obtener ese reconocimientos os obliga a acudir a los juzgados, incluso en mal estado. Algunos mueren, incluso, en el intento

Sí, es duro, ganas algunas sentencias, después de dos años o más años dando vueltas. Las empresas pierden los juicios, pero recurren hasta el final. Es un asco todo esto.

¿Usted, igual que otros, cree que ya tiene la sentencia de muerte sobre su cabeza?

Sí. Es lo que he dicho. He sido activo toda la vida, pero ahora no puedo hacer lo que yo quiero. Decimos que no hay justicia porque los empresarios nos están matando en vida y, lo que es peor, no quieren reconocer esta grave irresponsabilidad. Es una de las injusticias más grandes.

 
Eusebio pabola
afectado de cáncer por amianto

Veintiocho años trabajando en Kaefer, de Arrigorriaga, le condujeron a una enfermedad profesional derivada del contacto con el amianto. El mesotelioma se le ha extendido a los dos pulmones. Eusebio Pabola es un luchador. Hace meses condenaron a la empresa a un recargo de prestaciones del 50%.

«ADELANTE»

«Me encuentro mal. Tengo ya los dos pulmones cogidos por la enfermedad. Lo cierto es que mientras pueda hay que seguir adelante. Tenemos que luchar»

«Blancos»

«Descargábamos sacos de amianto puro. Nos quedábamos completamente blancos, como los panaderos. Nadie nos dijo que era cancerígeno»

Fondo

«Es necesario un Fondo de Compensación para evitar situaciones dolorosas para ex trabajadores, porque las empresas desaparecieron»

«Los jueces deberían ser más comprensivos, porque sufrimos la enfermedad y tenemos que revivirla»

Uno de los problemas que usted ha comentado es el paso por los juzgados. ¿Cómo se vive ese momento?

Es un problema. Porque están afectado, con un cáncer y tienes que acudir al juzgado. En los juicios tienes que escuchar de todo, muchas cosas nada buenas. Porque los abogados de la empresa dicen cosas a las que no podemos rebatir. Es una injusticia. Hay mucha gente que está afectada. Tienes que revivir aquello, todo lo que no tienes que oír, las injusticias de los abogados de las empresas, que nos dicen que no nos hemos contagiado allí, o que ha sido imprudencia del trabajador, cuando a nosotros nadie nos explicó el peligro.

Por eso no aparecen todos los casos que tendrían que aparecer.

Supongo que tendrá que ver. Esta vida es un asco. Hay gente que no quiere luchar porque andar entre juzgados les deprime más. Es así. Es lógico, porque vas al juicio y recuerdas todo lo que te ha pasado, lo que has sufrido en el trabajo, por sacar cuatro duros para poder tener un vida. Los jueces deberían de ser más comprensivos. Esto que nos está ocurriendo es una injusticia real. Un mesotelioma -un tipo de cáncer- no se coge por la calle, sino en el trabajo. Por no haber dispuesto de las medidas de seguridad necesarias.

¿Qué espera de sus compañeros de la empresa y de la asociación Asviamie que está presente en los juicios?

Que sigan luchando, para que nos den lo que nos pertenece. Porque sólo con la lucha conseguiremos nuestro derecho después de años y años trabajando.

¿Y de las instituciones?

Que nos apoyen. Que hagan de una vez por todas justicia, que nos aprueben la enfermedad profesional, que la hemos incubado en la trabajo y lleven adelante ese fondo de compensación que hablábamos antes.

¿Cuál es su plan de vida?

Salimos todos los días, mi mujer y yo, un rato. Con la moto. Tengo mucho ánimo. la verdad es que he sido una persona luchadora y desde luego hasta que pueda estaré ahí. Tenemos que luchar contra las injusticias y, desde luego todo el tema del amianto, es una de las mayores injusticias que se están produciendo en este mundo y algunos no parecen darse cuenta. Es muy duro, pero hay que seguir. Entre todos podremos ganar ese reconocimiento. J. BASTERRA

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