CRíTICA cine
«Entrelobos» El libro de la sierra
Mikel INSAUSTI
El cineasta andaluz Gerardo Olivares domina mejor el documental que la ficción, por lo que su mejor realización sigue siendo la anterior “14 kilómetros”, donde el problema de la inmigración era representado por subsaharianos anónimos. En “Entrelobos” hay un trabajo con intérpretes conocidos que no le funciona tan bien, ya que en la película destaca más la parte documentalista con filmaciones de los animales en su hábitat natural. Recuerda a las muestras del género producidas por Walt Disney, a quien gustaba crear cierta dramaturgia partiendo de la observación del comportamiento de especies en libertad. Y, de hecho, va dirigida al mismo tipo de público familiar, motivo que la sitúa más cerca de “El libro de la selva” que de las visiones de Truffaut o Herzog sobre diferentes casos de niños asilvestrados. A ambos maestros, tanto en “El pequeño salvaje” como en “El enigma de Kaspar Hauser”, les interesó más el arduo proceso de readaptación al mundo civilizado de quienes se criaron entre animales.
Gerardo Olivares, a diferencia de sus ilustres predecesores, utiliza el contexto histórico dentro de la dinámica funcional de una película de aventuras al uso, sin hacer una distinción muy precisa entre la figura del maqui o la del bandolero. No se entra de lleno en el silencio y marginación con que el franquismo trató el caso del “trotamontes” de Sierra Morena, hasta el punto de que su captura final por parte de la Guardia Civil queda como un hecho simplemente anecdótico. Cuando se quiere incidir en el vasallaje al que se veían sometidos los cabreros por parte de los señoritos andaluces, la representación del caciquismo rural está demasiado supeditada al estereotipo impuesto a partir de “Los santos inocentes”. El ya famoso aullido que Juan José Ballesta entrecruza con los lobos ha servido de imagen promocional en los avances, pero el actor apenas sí aparece físicamente en pantalla durante la media hora final, adquiriendo un protagonismo estelar un tanto forzado e in extremis.