Jon Odriozola Periodista
Los puntos sobre las íes
El trabajo, dice Marx -lo siento, con Marx soy muy palizas-, es externo al trabajador, no pertenece a su ser. No es feliz, salvo que gane el Athletic. Sólo está contento fuera del trabajo y enajenado dentro de élHay veces en que no por sabido se olvidan los glacis o meollos. Por ejemplo, el paro laboral. Y su obscena utilización como arma arrojadiza puramente electoral. El PP usa la alta cifra de desempleo contra el Gobierno del PSOE como si éste fuera el culpable del mismo. Y no el modo de producción capitalista. Un capitalismo en crisis estructural y no coyuntural. Los tiempos de bonanza -como la industria del ladrillo- son la excepción y no la norma. En los años 80 tuvo que ser el PSOE quien gestionara las brutales reconversiones industriales, pues que con un gobierno del PP habrían sido imposibles y poco menos que se hubiera tomado el Palacio de Invierno. Para el trabajo sucio, mejor la «izquierda», el PSOE. Hoy ocurre algo similar, sólo que el PSOE también está desacreditado. La crisis actual no sería mejor «gestionada» -un término impúdicamente mercantil como si fuéramos grey en manos de oficinistas- por el PP que por el PSOE: el problema es el capitalismo, siendo estos partidos parte del problema. Y ello porque están en el mismo barco y viven del mismo cuento.
Como también es una falacia decir que el paro es un «problema» y no una solución para el capitalismo. Es cierto que preferirían un 10% de paro permanente al 20% que sufren, pero no tanto por esa cifra en sí, sino por las repercusiones desestabilizadoras para el sistema que pudiera haber. El «ejército de reserva» de los parados siempre fue un exutorio, un alivio, para el Capital, como decía Marx. Eso frena los salarios.
Marx también decía que, hablando del trabajo enajenado, el obrero es más pobre cuanto más riqueza produce. Un trabajador que es tratado como una mercancía -una cosa- que vende lo único que tiene: su fuerza de trabajo a quien es propietario -y toda propiedad es un robo- de los medios de producción en contradicción con el carácter social de la producción, lo pinten como lo pinten. Igual que en la religión: cuanto más pone el hombre de lo mejor de sus virtudes, más nobles en un Dios imaginario, fantástico y ensoñado, más vacío y menoscabado se siente: ¡un producto de su mente! Alienación religiosa. El trabajo, dice Marx -lo siento, con Marx soy muy palizas-, es externo al trabajador, no pertenece a su ser. No es feliz, salvo que gane el Athletic. Sólo está contento fuera del trabajo -un domingo comiendo rabas con la compañera, hijos y amigos- y enajenado dentro de él. Su trabajo no es voluntario, sino enajenado. ¿Me pongo apocalíptico? Tal vez. Un animal come pero no «trabaja» (si no eres un buey). Un humano trabaja -fuerzatrabaja- para comer. El trabajo no es un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer sus necesidades ¡fuera del trabajo! Si se fijan, el obrero en horas de asueto casi nunca habla de su trabajo, si lo tiene, o que le pregunten qué tal le va es algo «extraño» para él -y hasta «siniestro»-. Por eso juega a la lotería o al cupón pro-ciegos, confiando en la suerte para salir de la maldición bíblica del trabajo... enajenado bajo el capitalismo (los ricos nunca juegan a la lotería).
Un capitalismo cruel y sanguinario que enajena todavía más: solicitarle un trabajo (precario) para recordarnos lo que somos: esclavos modernos. Pero bueno, en peores imaginarias hemos estado...