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Josu Imanol Unanue Astoreka Persona viviendo con el VIH/Sida

Día mundial de lucha contra el Sida y olvido necesario

Reclamo que todos presionemos para garantizar el acceso a los medicamentos a quien los desee y necesite Fuera de los lemas oficiales que nos marcan desde las instituciones cada 1 de diciembre, queda el lema original de organizarnos y luchar hasta el final

Mientras Onusida habla de unos 40 millones de personas que vivimos con el VIH/Sida, un año mas, hemos de añadir a nuestro triste récord otros dos millones de fallecidos, y también 15 millones de niños huérfanos, más de 370.000 niños que nacieron con la enfermedad, pero también otros 2.600.000 nuevos casos en el mundo.

Aunque también son datos negativos que de los 21.510 millones de euros necesarios para llevar acabo programas y parar la pandemia sólo se aportaron 11.875 millones euros.

Tal vez sea el olvido necesario en época de crisis global el que lleva a actitudes de pasividad ante esta pandemia nuestra que tanto alarmó en otra época, no tan lejana. Y es que, efectivamente, no es la única enfermedad existente, aunque tal vez sí la que mas influyó en su momento, por ser tratada como la «peste del siglo XX», «el cáncer rosa», «el castigo divino», aparte de un montón de epítetos que indican la discriminación que hemos sufrido y aún sufren en soledad muchos de mis compañeros.

Y no sólo es un día de recuerdo al año lo que nos debe movilizar, sino el día a día de aplicar unas medidas de prevención que nos garantiza a unos el evitar la infección y a otros la reinfección que nos provoca un mayor efecto del virus en nuestros cuerpos portadores.

Lamentablemente, seremos un lazo de moda el 1 de diciembre en la solapa de muchos que después ni tan siquiera tendrán el decoro de poner freno desde sus responsabilidades al avance silencioso, lento y cruel de algo que sabemos cómo evitar.

A los que ya vivimos con ello sólo nos faltan derechos ciudadanos para ser tratados por igual en el trabajo, en el país que residamos, iguales en el trato, aunque seamos diversos en orientación y opción sexual, en sexo, edad, color, pensamiento.

Algo que reclamamos ante todos, desde hace 30 años igual que hoy en día, y por más que ahora algunos felicitan incluso al Papa por un manifiesto tímido a favor del uso del condón y sólo en algunos supuestos, somos muchos quienes no olvidamos lo sufrido y generado por la negación sistemática de los responsables religiosos de todas las creencias a poner en práctica las medidas de prevención, y que han llegado incluso a hacer campaña contra tales medidas.

Pero con la misma fuerza reclamo que todos presionemos para garantizar el acceso a los medicamentos a quien lo desee y necesite. Es justo controlar a esos criminales de las multinacionales que sólo ven lucro donde otros reclamamos derecho a la vida digna o una oportunidad a la esperanza.

No debe de quedar en el olvido la culpa de quienes, envalentonados con nuestra situación, nos catalogan en colectivos con más o menos derechos según sus ideologías enfermizas.

Del sida propio me queda la gratitud de tener la certeza de que supimos organizarnos y sabemos reclamar derechos. También hemos dado cara al mayor problema, que ha sido el de una sociedad incapaz de responder ante las nuevas situaciones que lógicamente y sin preverlo surgen.

Seguramente situaciones como la nuestra demuestran la incapacidad humana de adaptarse en la medida necesaria a los nuevos retos que se nos plantean. Nos perdemos en burocracia, en ideas preconcebidas, en prejuicios, en gestos, modas y vicios de toda la vida. Nos falta el valor de asumir el problema con valentía y buscar una solución efectiva, adaptándonos a las demandas de quienes lo padecen.

El lazo rojo valiente que en 1992 empezó a extenderse como un símbolo útil y de compromiso, no debe ser una moda más, sino el símbolo de lucha y organización de millones de personas que estamos afectados por la pandemia.

La solución pendiente a nuestras demandas y el tiempo perdido juegan a favor de sufrimiento y del negocio. El sida ha tenido y tiene el aliado cobarde de la ignorancia y el olvido. Fuera de los lemas oficiales que nos marcan desde las instituciones cada 1 de diciembre, queda el lema original de organizarnos y luchar hasta el final.

Un beso a todas y todos los que viven con el VIH/Sida, y un recuerdo a nuestros compañeros ausentes.

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