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El «cablegate» no sólo desnuda a Washington; también, de momento, a la Audiencia Nacional

La macrofiltración de documentos internos de la diplomacia estadounidense a Wikileaks, probablemente la mayor de la historia, se asemeja a una piedra lanzada a un estanque. De momento sólo es posible apreciar las primeras ondas, pero habrá muchas más, y las aguas no se han de calmar en mucho tiempo. Si en un primer momento se ha destacado que el Departamento de Estado de Hillary Clinton aparece desnudo, es cuestión de tiempo que las vergüenzas de otras instituciones mundiales queden al aire. Han bastado un par de días para que el asunto salpique a la Audiencia Nacional española, ese órgano judicial especial que sus dirigentes califican como «de élite» y que ha quedado retratado ya en los casos de Guantánamo o de José Couso como un ente perfectamente permeable a las presiones de Washington.

La pregunta desde Euskal Herria resulta obvia. Si fiscales y jueces de la Audiencia Nacional pueden verse condicionados por un embajador de un país extranjero y por intereses ajenos, por muy potencial mundial que sea, ¿qué no hará y deshará en ella el Gobierno español en una cuestión de Estado como la vasca?

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