Tres actos con mensaje político se sucedieron ayer durante el Día de Nafarroa. Uno de ellos, el oficial, no ofreció mayor novedad que la entrega de la Medalla de Oro del herrialde al Orfeón Pamplonés. Con esa salvedad, allí se retrató esa Nafarroa oficial cada vez más alejada de la calle. Resulta revelador que el mensaje principal del acto fuera la despedida del presidente del Gobierno, Miguel Sanz, que se dispone a completar su cuarta legislatura en el cargo sin mayores sobresaltos y que lo deja no por una derrota en las urnas, sino por un relevo generacional (para más señas, decidido «a dedo», en favor de Yolanda Barcina). Esos catorce años de gobierno ininterrumpido de Sanz, que le convierten en uno de los mandatarios más longevos de Europa, resumen bien la tranquilidad con que UPN -y el PSN- ha gestionado esta época.

Sin embargo, los otros dos actos dibujaron nuevas alianzas que pueden y deben empezar a cambiar ese cuadro. En el Nafarren Biltzarra de Orreaga se vio juntos a representantes de la izquierda abertzale, EA y Aralar; y en la manifestación vespertina caminaron dirigentes de la izquierda abertzale y EA, detrás de una pancarta con el lema «Bat egin dezagun». Esa unidad de fuerzas progresiva aparece como la única opción para desmontar ese régimen de UPN, y la única que preocupa a Sanz y Barcina.