Raimundo Fitero
Alarmante
Parece que haya transcurrido un siglo desde el día en que las cadenas de televisión situaron sus cámaras en los aeropuertos y no para hacer sus rutinarios reportajes de salida o entrada de etapas vacacionales. Esta vez el tono era mucho más dramático. Se intercalaban imágenes de afectados, con sedes ministeriales con proclamas, avances, declaraciones solemnes, firma de decretos por vías mágicas, entradas de los mismos tras su publicación en el BOE, electrónicamente, claro está. Diabólica sucesión de acontecimientos, usos y abusos de los mecanismos de publicidad y propaganda.
Y en el fondo los controladores aéreos, es decir unos centenares de individuos que cobran los sueldos más indecentes de los que se conoce reciben algunos asalariados muy privilegiados. Una actitud calificada de manera rotunda en las primeras horas, de tal manera que esperamos las actuaciones de la fiscalía ya que hablan de sedición, de sabotaje, de secuestro. Cosas muy graves.
El paso del tiempo, la secuencia tantas veces repetida en alguna cadena de emisión continua, parecen hoy formar parte de una pesadilla. Lo único que se sabe es que en el momento que se militarizó el espacio aéreo español, se aprobó el «estado de alarma», por lo que los que habían provocado el caos podían ser detenidos inmediatamente y afrontar asuntos penales de la legislación militar con resultado de prisión, se acabaron sus ansiedades y se pusieron a trabajar.
A partir de ahí, la opinión, la intoxicación, la pelea barriobajera entre los partidos políticos españoles y sus secuaces. Realmente duro y canalla, todo lo sucedido y escuchado. Se ha vuelto a demostrar que Intereconomía es el brazo mediático del facherío más recalcitrante, sin una pizca de duda. Las interpretaciones de los sucedido y el apoyo incondicional a los controladores sublevados no tiene parangón en forma y fondo. Lo mismo que la actitud de MAR, el que se enriqueció sobremanera siendo portavoz de Aznar, que utilizaba lenguaje cuartelero, de manera alucinante, metiéndose con el ejército, en contradicción absoluta en «La Noria». Y así sucesivamente, lo que nos deja el resumen de un ambiente realmente alarmante.