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Raimundo Fitero

Un mismo pienso

Hay programas que deberían advertir de las trazas que se pueden encontrar dentro del mismo. Uno busca entretenimiento y encuentra trazas de adoctrinamiento. Uno busca conciencia ecológica y encuentra trazas de propaganda de un libro. Lo cierto es que en un mismo pienso se pueden encontrar trazas de muy diferentes productos químicos, vegetales o deshechos de tienta. Que de repente Tele 5 encumbre otra vez a ese abogado juzgado, convicto y fugado, Emilio Rodríguez Meléndez, como figura estelar de uno de sus programas estelares es como para tentarse los machos porque se trata de copar audiencias que desean lo que se les está proporcionando: acusaciones sin pruebas, rumores, insultos, palabras soeces y mucha histeria. Lo que logra el letrado desde Argentina es dejar bien a las claras que está en el programa con contrato y unas cláusulas y que todo lo que salga de lo pactado se cobra aparte. O se renueva el contrato para otra entrega. Es así de crudo, así de obvio, así de cutre.

Lo bochornoso es que le pagan por decir que fulanita o menganita son unas putas, y esas señoras o señoritas consienten en cobrar por dejárselo llamar, todo lo demás es asquerosamente irrelevante. Todos están bajo contrato, con pactos, con guiones y no se sale nadie del mismo. Los archivos son terribles y este pájaro ha salido en la tele rodeado de muchas de las que ahora se ofenden por sus declaraciones. El tipo es repugnante, su figura, su voz, su actitud, pero ha sido un abogado televisivo y ha estado en todos los casos oscuros de la época de plomo de Felipe González.

Pero en uno de esos programas que uno ama, defiende, disfruta, «El escarabajo verde», cuando se ponen ñoños y se dedican a liarse con el consumo, el consumismo, el trueque y los intercambios no lucrativos, nos desesperan y si gran parte de la entrega se basa en un libro, y sale su autor dando mensajitos, charlas y promocionándose, la cosa entra en la más clara y pura contradicción. Se pueden reparar los electrodomésticos, usar ropa de segunda mano y no tirar los zapatos, pero además hay que ir al meollo de la cuestión, no presentar esas actividades como un acto de recreo en el campamento capitalista.

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