CRíTICA cine

«Neds»

Koldo LANDALUZE

En esta su cuarta experiencia detrás de la cámara, Peter Mullan sigue apostando por un discurso en el que predomina el desencanto anidado en una clase social sacudida por el desencanto vital y condenada a un callejón sin salida. “Fridge”, “Orphans” y “Las hermanas de la Magdalena” conforman la ruta creativa de un autor preocupado por las motivaciones descontroladas de una generación de infantes sacudidos por un modelo vital extremo y carente de romanticismo en el que no hay cabida para rebeldes sin causa con derecho a redención.

En esta oportunidad, el cineasta escocés ha ambientado su drama en los desolados barrios obreros del Glasgow de mediados de los 70 y ha fijado su interés en el recorrido vital de un chaval cuya predisposición para los estudios y su carácter sensible no se amolda ni a su entorno familiar ni en una institución educativa que castrará por completo sus deseos. El protagonista, encarnado por un Connor McCarron muy convincente en un rol muy pobremente desarrollado, entra a formar parte de la «fauna» urbana que campa a sus anchas en una jungla de asfalto donde predomina la camaradería de las peleas y los cigarrillos compartidos. Poco o nada nuevo nos cuenta Mullan en este filme bienintencionado, de estética feísta, por que ya han sido muchas las películas que han tratado esta temática que siempre merece nuestro interés pero que requiere de nuevas fórmulas para ser narradas. El cineasta lo intenta, pero fracasa en su empeño por resultar original cuando opta por el recurso siempre complejo del simbolismo, casi onírico, de algunas escenas que terminan por lastrar un conjunto excesivamente conformista en sus intenciones finales.

Quizás la escena final sea uno de los elementos más atractivos de esta realización monocorde y cincelada a base de golpes secos y contundentes donde el espectador intuye, al igual que el protagonista, que no existe puerta alguna en un callejón sin salida gobernado por las fieras.