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EEUU tiene una lista de instalaciones sensibles a vigilar en todo el mundo

Por si no hubiera quedado nada claro, la última filtración de Wikileaks muestra a las claras que la diplomacia de EEUU se dedica a recopilar datos de inteligencia por todo el mundo, concretamente de los lugares e infraestructuras cuya protección se considera vital para los intereses «nacionales». Indignados, Washington y Londres acusan a la web de suministrar información «a terroristas» para eventuales ataques.

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La web Wikileaks hizo pública en la madrugada del lunes una lista «secreta» de enclaves industriales e infraestructuras sensible en todo el mundo bajo supervisión de EEUU.

Wikileaks filtró un cable datado en febrero de 2009 que contiene un listado con todos aquellos objetivos situados en el extranjero cuya pérdida, siempre según Washington, supondría un grave daño a la «salud pública, a la seguridad económica y a la seguridad nacional de EEUU». El cable, enviado por el Departamento de Estado, pide a las representaciones diplomáticas estadounidenses que entreguen un censo de las «infraestructuras sensibles y los emplazamientos claves» en todo el mundo para el mantenimiento de la seguridad estadounidense que, por tanto, deben continuar bajo supervisión,

La puesta a punto de esa lista tendría como objetivo «prevenir, disuadir y neutralizar o atenuar los efectos de actos terroristas que busquen destruir, bloquear o hacer explotar» esas infraestructuras.

Tal y como recuerda Wikileaks, el nuevo documento filtrado «deja aún más en evidencia las afirmaciones del Gobierno de EEUU de que los miembros de sus embajadas no asumen un papel de recolección de información de inteligencia».

Reacciones airadas

Esta nueva filtración ha encendido aún más los ánimos, ya caldeados, de EEUU, que tiene al fundador de Wikileaks, Julian Assange, en el punto de mira.

Washington repitió ayer la cantinela de los últimos días y calificó la filtración de «criminal», para anunciar que estudia la posibilidad de imputar un delito de Assange.

Junto con otros estados, el Gobierno británico condenó «sin ambages» esta nueva «publicación no autorizada de informaciones secretas» y aseguró que podría ser utilizada «por terroristas» para atentar contra la «seguridad nacional de EEUU, Gran Bretaña y otros países».

Previendo este tipo de reacciones, Wikileaks salió al paso para recordar que la lista «no da ninguna indicación de la localización exacta, las medidas de seguridad o la vulnerabilidad« de los sitios en cuestión y recuerda que era accesible a 2,5 millones de personas, «una larga lista de gente para informaciones pretendidamente tan sensibles», recuerda.

La lista filtrada por Wikileaks contiene objetivos de diferente naturaleza como el gasoducto de Nadim en Siberia, que provee de gas a gran parte de Europa; una mina de cobalto en República Democrática del Congo, una factoría de antídotos para veneno de serpiente en Australia, una planta de insulina en Dinamarca, las reservas de sangre a nivel mundial, o diversas infraestructuras de transportes y telecomunicaciones.

Siguen las filtraciones

Mientras tanto, y con cuentagotas, prosiguen las filtraciones. Las últimas incluyen referencias a escenarios de guerra críticos como el de Afganistán y Yemen, sin olvidar cables que mostrarían el servilismo de los conservadores británicos -ahora en el poder- para con EEUU e incluso la posición del Gobierno de Australia con respecto a una China cada vez más fuerte.

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El abogado de Julian Assange, Mark Stephens, declaró a la BBC que está en contacto con la Policía británica para organizar un encuentro con el fundador de Wikileaks, que parece encontrarse en Inglaterra.

Ni las más célebres fugas diplomáticas son comparables a la actual

Expertos e historiadores debaten sobre si las repercusiones de las filtraciones de Wikileaks tendrán el mismo calado que las grandes fugas de archivos secretos en el pasado.

Por de pronto, en el pasado, las filtraciones de documentos secretos han afectado de rebote a terceros países y han tenido consecuencias sociopolíticas inesperadas.

El más célebre fue la desclasificación de los archivos zaristas tras la Revolución de Octubre. Estos incluían un acuerdo secreto por el que Italia se comprometía a pasar al bando de la Entente (Estado francés, Gran Bretaña y Rusia) en la I Guerra Mundial sacrificando sus pretensiones territoriales en la costa dálmata.

Su publicación generó una sensación de traición entre la población italiana que alimentó la llegada al poder del fascista Benito Mussolini.

En 1940, el hallazgo en un tren que huía a la zona libre tras la invasión nazi con los archivos secretos franceses fue explotado por Hitler. Y su repercusión se hizo sentir en Suiza. No en vano un acuerdo secreto franco-suizo preveía una intervención militar francesa contra el Reich si Suiza era atacada. La Alemania nazi montó en cólera y, además de defenestrar a la clase política francesa, amenazó con invadir Suiza. Estos y anteriores casos alimentaron la convicción acerca de la peligrosidad de la diplomacia secreta. Hubo quien, como el presidente estadounidense Woodrow Wilson, defendió una diplomacia transparente.

La diferencia es que ahora no estamos ante el final del zarismo o del imperio francés. Se están filtrando datos actuales, no cerrados por una victoria o una derrota. GARA

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