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Ángel Guerra Cabrera, Articulista y analista político

EEUU: una diplomacia de muerte

 

La diplomacia de Estados Unidos ha actuado históricamente en pro del saqueo, la guerra y la muerte de millones de seres humanos, antagónica al fomento de la democracia, la amistad, la paz y la prosperidad de los pueblos, que proclama como sus objetivos. Desde esta perspectiva, las revelaciones de Wikileaks sobre el intercambio cablegráfico entre el Departamento de Estado y las embajadas estadounidenses, al margen de otros intereses que podrían influirlas, han proporcionado ya un panorama casi en tiempo real, y considerablemente amplio, sobre las actitudes matonescas de los protagonistas de la política exterior imperial en las últimas décadas y, sobre todo, en la actualidad, que van de la mano con su pensamiento, emanado de la ignorancia y el menosprecio por «los otros», unidos al culto fanático por la omnipotencia del mercado, la banalidad y el chisme de aldea que comparten con sus acólitos.

Cuando digo muerte me refiero, sí, a las guerras de rapiña desde que los próceres de la república esclavista exterminaron a la mayoría de la población indígena y anexionaron la mitad de México hasta actos de supremo terrorismo como los artefactos nucleares lanzados sobre Hiroshima y Nagasaki; los millones de vietnamitas muertos por los bombardeos o el asesinato de decenas de miles de civiles en Irak, Afganistán y Pakistán, y últimamente los festinados conceptos desarrollados sobre una supuesta guerra nuclear «controlada» tácticamente. Pero también incluyo, dada su enorme importancia, a cientos de miles que mueren todos los años por hambre, insalubridad o por efecto del cambio climático ocasionados por el sistema capitalista. Por esta última causa mueren ya anualmente alrededor de 300 mil personas, cifra que podría alcanzar en poco tiempo el millón de sólo reducirse la emisión de gases de efecto invernadero a 3 por ciento, cómo pretende Estados Unidos en la cumbre de Cancún, en lugar de entre 40 y 50 por ciento propuesto por los países integrantes del G-77. La postura yanqui equivaldría a un aumento en las temperaturas del planeta entre cuatro y cinco grados, conducente a una situación sin retorno hacia la desaparición en corto tiempo de nuestra especie.

No por relativamente conocidas es ocioso reiterar estas verdades puesto que todavía no han tomado conciencia de ellas muchas personas en el mundo, víctimas del inclemente e inmoral bombardeo de reflejos condicionados y prejuicios por la gran mayoría de los medios de información, parte inseparable como son del sistema de dominación y sus intereses más mezquinos. En esta lógica, son de suma utilidad los cables diplomáticos filtrados por Wikileaks en relación a los intentos de imposición por Estados Unidos de la ilegal y antidemocrática Declaración de Copenhague basándose en sobornos, chantajes y amenazas, en particular contra los países más pobres, como los pequeños estados insulares o los africanos. La declaración fue cocinada por Obama y un grupito de incondicionales al margen del reglamento y a espaldas de la mayoría de delegaciones a la conferencia sobre cambio climático celebrada en la capital danesa. Así fue denunciado en varias ocasiones por Fidel Castro, Evo Morales y Hugo Chávez, sin que tuviera difusión por los pulpos mediáticos, que si acaso se mofaron de la actitud apocalíptica e «ideológica» de los líderes de la Alba. Es todo un poema la solicitud de datos personales sobre los diplomáticos de la ONU y activistas de ONG firmada por la secretaria Clinton a petición de la CIA, buscando puntos débiles por donde atacar a probables adversarios de la actitud estadounidense sobre el clima. O esta persuasiva y delicada prenda soltada por la subsecretaria de Estado María Otero a Meles Zenawi, canciller etíope y representante de la Unión Africana en las negociaciones sobre cambio climático: «Firma el acuerdo (de Copenhague) o la discusión se acabó ahora.» ¿Qué tal esta otra?: «Neutralizar, cooptar o marginar a los países que no ayudan como Venezuela y Bolivia», tomada de un cable que relata la reunión de los representantes de Estados Unidos y la Unión Europea ante las negociaciones. Más tarde, Washington cortó a Bolivia y Ecuador la ayuda para combatir el cambio climático, citando su oposición al acuerdo.

Y esto no es todo. Estados Unidos y sus aliados pretenden comerciar con la tragedia climática convirtiendo en mercancía el agua, el aire y el carbono, y salvarse de la crisis capitalista vendiendo bonos de estos bienes en el casino global.

¡Justicia para Julian Assange!

© La Jornada

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