París premia con tres condecoraciones los «servicios prestados» por la fiscal de Baiona
Anne Kayanakis, fiscal del Tribunal de la capital labortana, acaba de ser nombrada Oficial de la Orden Nacional del Mérito. Una promoción obtenida en un tiempo récord si se compara con los plazos que normalmente requieren este tipo de condecoraciones.
Arantxa MANTEROLA I
La fiscal que se hizo conocida en estos lares, sobre todo por haberse ocupado del caso Jon Anza, poseía ya los títulos de Caballero de la Legión de Honor desde el 31 de diciembre de 2006 y la de Caballero de la Orden Nacional del Mérito desde el 21 de mayo de 2002. Ahora, ha sido ascendida a la categoría de Oficial en esta última distinción. Un somero examen de los méritos de otros altos funcionarios cuya trayectoria y «servicios prestados a la nación francesa» viene a reconocer París a través de este nombramiento, muestra que Kayanakis debe ser considerada una fiel servidora ya que, como media, los condecorados llevan ejerciendo entre 20 y 35 años para llegar a la primera escala de caballero. La gran mayoría de los que han logrado el título de oficial eran caballeros desde hace 15, 20 o más años. Kayanakis lo era desde hace siete.
Antes de llegar a Baiona, a mediados de 2008, Kayanakis ofició como fiscal de la República en Guyana, desde 1998 a 2004. Su actuación en un caso de corrimiento de tierras en mayo de 2002 dejó huella en el territorio de Ultramar. Las familias de las diez víctimas reclamaban la responsabilidad al Estado, convencidas de que se trataba de una catástrofe previsible. La fiscal, sin embargo, atajó el caso sentenciando que se había tratado de un «accidente natural».
Con el título de caballero de la ONM bajo el brazo accedió a la Fiscalía de Quimper, donde su labor tampoco pasó desapercibida, en especial, en el caso del pesquero «Bugaled-Breizh», cuyo hundimiento provocó la muerte de cinco marinos y, por ende, una fuerte conmoción en Bretaña.
La circulación de submarinos es habitual en la zona donde se produjo el suceso. Aquel 15 de octubre de 2004, varios submarinos nucleares ofensivos de la Royal Navy efectuaban ejercicios y al día siguiente la OTAN iba a desarrollar maniobras anti-submarinos, por lo que es posible que algunos de ellos se encontrasen in situ el día del accidente. Los rastros que comportaba el pesquero que se hundió en 36 segundos revelaban que, casi a ciencia cierta, había sido arrastrado hasta el fondo, «probablemente por un sumergible».
A pesar de las alegaciones y documentos presentados por las familias de las víctimas, que tuvieron que luchar para que se alzara, aunque parcialmente, el secreto militar, en junio de 2007, la fiscal Kayanakis priorizó la tesis del accidente de pesca, descartando cualquier responsabilidad de la Armada en el caso. Las familias siguen aún luchando en los tribunales porque consideran que la Marina es la responsable del accidente.
Al arribar a la capital labortana portaba ya la Legión de Honor concedida por 25 años de servicios civiles. Uno de los casos por los que más se ha significado ha sido el de la desaparición y muerte de Jon Anza. Según manifestó en reiteradas ocasiones, las pesquisas que realizó no dieron ningún resultado concluyente. La aparición del cuerpo en una morgue de Toulouse, casi un año más tarde, y los datos contradictorios que posteriormente han ido saliendo a la luz, han dejado al descubierto numerosas deficiencias en su cometido. Tanto es así que la familia del militante donostiarra ha pedido en más de una ocasión a Michèle Alliot-Marie una investigación interna sobre el trabajo de la magistrada, porque estima que no lo ha realizado con la diligencia debida.
Destinos que se cruzan
Precisamente, un dato curioso es la coincidencia entre las trayectorias de Kayanakis y de Alliot-Marie. Y es que cuando sucedió el accidente del pesquero bretón, esta última ocupaba el cargo de Ministro de Defensa. En el caso del militante de ETA, Alliot-Marie era ministra de Interior cuando desapareció. Y en el momento en que su cuerpo fue «descubierto», ocupaba la cartera de Justicia. Ahora es ministra de Exteriores.
La concesión de las condecoraciones a Kayanakis quizás no tenga nada que ver con este cruce de destinos, pero no deja de resultar llamativo. Lo que sí es casi seguro es que si estuviese en manos de las familias de Anza, de la de los cinco pescadores bretones o de las diez víctimas del desprendimiento de Guyana, Anne Kayanakis no hubiera recibido ninguna medalla meritoria.