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Fede de los Ríos

Las diferentes caras del Maligno

Si, como decía Aristóteles, el Ser se dice de muchas maneras; el Maligno se dice de muchas más. Un día nos es presentado con pasamontañas y txapela, otro con chilaba y turbante en incómoda aunque insinuante postura hacia la Meca, o de atómico coreano hozamartillado

Parece ser que continuamos en «estado de alarma» (estado nada partidario de la paz). No es necesario ser filólogo para imaginar el origen etimológico de la palabra «alarma», basta únicamente con añadir un guión: al-arma. Lo han decretado nuestras autoridades para defendernos del Maligno.

Si, como decía Aristóteles, el Ser se dice de muchas maneras; el Maligno se dice de muchas más. Un día nos es presentado con pasamontañas y txapela, otro con chilaba y turbante en incómoda aunque insinuante postura hacia la Meca, o de atómico coreano hozamartillado. Su capacidad para travestirse nos resulta inimaginable. Suerte que ahí están, siempre y en todo momento, los que nos gobiernan y sus medios de comunicación para abrir nuestros perezosos ojos a la oscuridad de la caverna. Uno pudiera pensar que los responsables del malestar social se encuentran en los centros del poder económico y político; nada más lejos de la verdad, eso es, precisamente, lo que desea el Maligno, que pensemos, que cometamos el pecado de pensar y no ser felices. Tal es la crueldad del dueño del Averno que quiso vernos privados de nuestros merecidos días de asueto durante el último puente que, gracias a la Sagrada Constitución y a la Inmaculada Concepción, disfrutamos. Y luego habrá quien diga que la unión de religión y política es dañina.

Pues bien, el príncipe de las tinieblas que mora en los abismos mandó a los controladores aéreos para castigar a los humanos que habitan en Hispania, pero quiso la Fortuna que al mando del timón de la nave estatal y con pulso firme e impasible el ademán estuviese no otro que Pérez Rubalcaba y de inmediato decretó el primer «estado de alarma» en esto que llaman posfranquismo. (El Caudillo era más partidario del «estado de excepción». Los posteriores demócratas, para que no fuera tan excepcional y nos provocara susto, lo institucionalizaron y unas veces lo llamaron Ley antiterrorista y, otras, como el bueno de Corcuera, Ley de Seguridad Ciudadana). Rubalcaba, Leviatán renacido, paradójicamente se nos presenta como el arcángel San Miguel combatiendo al dragón con forma de sedicioso controlador.

Por ello, el «estado de alarma», en lugar de alarmarnos nos tranquiliza. No hay como la mano dura contra los malos para relajar a las buenas gentes. Con atentos centinelas que den la alarma nuestro sueño está asegurado. Los perros dan paz y sosiego al rebaño que sigue balando sin preocuparse por el lobo.

A veces ocurre que el Maligno te posee. Tal es mi caso. Lo sospechaba desde hace tiempo pero televisión y periódicos lo han confirmado: 600.000 personas mueren al año por causa del humo del tabaco ajeno, de las cuales 165.000 son niños menores de cinco años. De repente, gracias a nuestras autoridades, tomo conciencia de ser, no tan solo un colaborador de banda armada y apologeta del terrorismo, sino un asesino en serie de niños. Empiezo a calcular mi parte alícuota. Desde los 14 años a los 51 por 30 cigarros y una pajilla diarios de media. Entre los no nacidos y los que he matao, estoy que no duermo. Todo Alarmado.

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