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Belén MARTÍNEZ Analista social

¿Quién las protege?

A pesar de la profusión legislativa en materia de violencia de género, el número de mujeres asesinadas no disminuye. Las violencias no cesan. Corremos el peligro de que se naturalicen, como las declaraciones grandilocuentes y las concentraciones ‘post mortem’, asumiendo que se trata de algo habitual con lo que debemos convivir. 

La consideración del carácter multidimensional de las violencias contra las mujeres y las desigualdades de género evidencian la contradicción en la que nos movemos: a) defensa de la autonomía de las mujeres, aunque lleguen a perder  la vida en el intento; b) invitación a que renuncien a una parte de su autonomía en aras de proteger su vida y su salud.  No basta con reconocer el carácter estructural de la violencia sexista y machista, es preciso identificar las contradicciones de género existentes en las soluciones que proponemos para atajarlas. Por eso, un cargo público no debería hablar de “rechazo” o “renuncia” a un piso o centro de acogida, como un signo de imprudencia o de excesiva temeridad, atribuyendo a la mujer la responsabilidad del luctuoso desenlace.

Hay mujeres dispuestas a confiar la custodia de sus vidas a la policía (o a la seguridad privada). Hay mujeres que creen en la Justicia, es decir, la materialización de los criterios de un juez o jueza que, en muchos casos, produce y/o reproduce la ideología de género. Considerar que una mujer necesita “sentirse protegida por la policía” (varón, habitualmente) es un indicador con una gran carga de connotación genérica. ¿Por qué no se empieza a insistir en el control del sujeto que amenaza, agrede, abusa, maltrata, tortura y asesina?

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