Amparo Lasheras Periodista
La mentira que hiela los huesos
Antes, la radio anunciaba la llegada de un frío intenso y la gente, para saber si era cierto, miraba hacia los montes del norte, a la cumbre nevada del Gorbeia. Avivaba el fuego y cerraba las contraventanas de los balcones para refugiarse en el calor de la casa, en la conversación de un café de cristales opacos o en la lectura de algún libro adonde nunca llegaba la sordidez helada de aquella larga y solitaria espera que fue el franquismo. Ahora es diferente. La televisión o Internet anuncian a todo color la venida de una ola de frío polar y la gente se apresura a enfundarse en plumíferos de colores, a correr a las grandes superficies y a cerrar la puerta sin apenas mirar la miseria que queda tras ella.
Hoy, cuando un rostro impasible, semejante a todas las caras del tiempo, nos advierte de la llegada de una ola de frío polar, algo se amorata en ese miedo gélido que es la incertidumbre. Tal vez porque, en Euskal Herria, los fríos polares no son blancos, son negros y llegan en cualquier estación del año. Contraviniendo las leyes de la geofísica, proceden del sur y no de la atmósfera, ni siquiera del Ártico, sino de Madrid, de habitáculos con calefacción asfixiante, donde nunca entra el aire fresco y vigoroso de la vida. El jueves, a esa hora en la que todavía nadie se atreve a sacar los brazos del edredón, la radio anunció triunfalista la nueva detención de ocho jóvenes vascos. Después hablaron del frío, de las nevadas... Y pensé que el mísero runrún de la mentira en la prensa tiene un halo tan gélido y poderoso, que hiela hasta los huesos.