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El arado tirado por un burro regresa al campo vasco

La potencia de las máquinas agrícolas casi ha hecho desaparecer las técnicas tradicionales de tracción animal. Pero en los albores del siglo XXI, algunos pequeños agricultores vuelven a reivindicar el arado tirado por un burro. Un método francés llamado La Kassine.

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Joseba VIVANCO

Apenas a dos kilómetros de Añua -núcleo perteneciente al municipio alavés de Burgelu-Elburgo- el visitante puede sorprenderse al presenciar una estampa rural más propia de tiempos pasados que de un campo actual totalmente mecanizado: Un burro tirando de una arado. Eso sí, un arado un tanto especial. Se trata de La Kassine, un apero diseñado en el Estado francés y que empieza a ganar sus primeros adeptos aquí, al otro lado de Pirineos. Entre ellos, Juan Mari Pagaldai, agricultor alavés que lleva dos meses beneficiándose de esta apuesta por la tracción animal.

«Hace seis meses fuimos a Francia a conocer esta técnica y desde hace dos la estamos poniendo en práctica. Poco a poco», explica. Precisamente en Añua, la granja Izarlur, a la que pertenece junto a otros agricultores ecológicos dedicados a la venta directa, fue escenario hace unas semanas de un curso de iniciación a la maquinaria moderna con tracción animal, coorganizado junto a Bionekazaritza. El instructor de las jornadas fue Jo Ballade, formador en esta técnica, perteneciente al colectivo francés Prommata, impulsor de este método que en aquel país tiene numerosos practicantes y que ha sido exportado a países como Ucrania o Argelia.

Jean Nolle, un ingeniero agrícola, creó en 1988 un tipo de arado al que llamó El Kanol, un diseño rígido que tres años después Prommata adaptó a una tracción más flexible y bautizó como La Kassine. Desde entonces, este grupo la fabrica y da a conocer.

«Es una especie de arado tradicional pero modernizado, fácil de utilizar, y al que se le van acoplando aperos para hacer distintas labores en la tierra», detalla Nerea Idigoras, miembro de Bionekazaritza. Un técnica que, como explica Juan Mari Pagaldai, resulta idónea para pequeñas extensiones, como sus dos hectáreas dedicadas a la horticultura. «Comprarse un tractor sería una inversión imposible, porque no hablamos de cien hectáreas. Este método resulta más barato».

Más económico, pero también más respetuoso con la tierra que se cultiva. «Nosotros hacemos agricultura ecológica y este método es una bendición para la tierra. No le hace ningún daño, como ocurre con las grandes máquinas», argumenta al detallar las razones por las que se decantó por su uso.

Más de medio centenar de personas de todo el Estado español se interesó por asistir al curso celebrado en Añua, pero el mismo estaba limitado a una veintena. Entre curiosidad e interés, es seguro que más de uno de quienes asistieron pondrá un arado en su vida. «Ya sé de tres o cuatro que han pedido la máquina a los franceses», añade.

En algunas zonas de Catalunya la tracción animal se utiliza sobre todo en la viticultura, y en áreas como el oeste de Zamora se sigue trabajando la tierra con animales. Pero por aquí su uso actual es desconocido.

Rescatar al burro para el campo

Estamos ante una máquina de la que, inevitablemente, debe tirar una bestia de carga. En el caso de Pagaldai, ya cuenta con cuatro burros. Otra opción es el caballo, pero, señala, «el burro es más fino, necesita menos cuidado y sabe trabajar». Es otro de los beneficios indirectos de esta técnica: «rescatar» al burro de ese estatus de casi mascota en la que se había convertido. «El burro está más feliz trabajando que no haciendo nada», defiende Juan Mari por lo que ha comprobado en estos meses.

Esta apuesta obliga al agricultor no sólo a tratar con mimo la tierra que labra sino también al animal, respetando sus cuidados y alimentación. Es más, existe hasta un Código internacional de Práctica para Burros de Trabajo, redactado por la Liga Internacional Protectora del Burro y la Sociedad Mundial Protectora de Animales. «No es tener un burro y ya está», advierte.

Arados, burros... «No es una vuelta atrás, sino hacer las cosas bien hechas y con un material que ha evolucionado», insiste Nerea Idigoras. Eso sí, admiten que hay quien no comparte esta idea para muchos bucólica de un pollino tirando de un arado en los albores del siglo XXI. «Las mismas instituciones nos dicen que es algo atrasado, que no corresponde a este tiempo», reconoce Pagaldai. «Pero yo estoy convencido de lo contrario», defiende, en la misma línea que el integrante de Bionekazaritza: «Ésta no es una historia de cuatro hippies, como muchos pueden pensar, sino una apuesta por recuperar la autonomía del agricultor».

 

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