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Las grandes sinfónicas de todo el mundo se enfrentan a su mayor crisis

Las orquestas sinfónicas de todo el mundo están sumidas en la crisis. En algunos países, como Gran Bretaña o Italia, los recortes han llegado de forma súbita. En otros, como Alemania o el Estado francés, llevan años royendo la salud económica de las orquestas. Analizamos aquí los casos de Holanda, Alemania y los Estados Unidos, como representativos de las situaciones que se están repitiendo por todo el mundo.

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Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

El pasado mes de setiembre se constituyó en Holanda un nuevo Gobierno bipartito, conservador y apoyado por la ultra-derecha del PVV. Una de las primeras decisiones tomadas por la coalición fue la de dinamitar, literalmente, el apoyo económico del Gobierno a las instituciones culturales, mediante una rebaja del 24% en la partida económica destinada a la cultura, cebándose casi en su totalidad en las artes escénicas, ya que museos y bibliotecas quedarán protegidos. Esto supondrá 220 millones de euros menos para el teatro, el cine y la música durante los próximos cinco años, a lo que hay que añadir la subida en el gravamen por impuestos a las entradas, que pasa de un 6% a un 19%.

Cuando se anunció la noticia, el panorama para la música clásica holandesa se presentaba tan catastrófico que la propia Concertgebouw, una de las salas de conciertos más prestigiosas de Europa, emitió un comunicado anunciando que quizá no podría hacer frente a la situación de crisis a la que se enfrentaba. Afortunadamente, la sala acaba de firmar un contrato de patrocinio por cinco años con el gigante bancario Deutsche Bank.

La institución musical que se va a llevar la peor parte en los recortes culturales va a ser el Muziekcentrum van de Omroep (Centro de Radiodifusión Musical de Holanda), del que dependen tres orquestas, un coro, una biblioteca musical y un departamento de educación que, simple y llanamente, van a desaparecer. La medida va a dejar sin trabajo a cientos de personas entre músicos y personal de administración, algo especialmente sangrante si pensamos que la coalición derechista pretende engrosar el cuerpo policial del pequeño y, en general, pacífico país con 3.000 nuevos agentes, en su carrera por criminalizar la imagen de los inmigrantes no occidentales.

Lo más sorprendente del caso holandés ha sido la reacción de la comunidad internacional de artistas. Miles de personas en todo el mundo han mostrado su apoyo a los músicos holandeses, entre ellos estrellas de la talla de Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín, quien ha declarado que «el mundo musical entero debe estar horrorizado y desconcertado como lo estoy yo al ver una destrucción tan masiva de instituciones orquestales y corales en Holanda. Es ciertamente inaudito en mi vida, y es una pérdida incalculable en la vida artística de Europa».

El desgaste alemán

Alemania, la patria de Bach, Beethoven y Wagner, es también el país con una población más densa de orquestas sinfónicas. Allí conviven un total de 133 orquestas profesionales, un número que representa casi la cuarta parte del total de las orquestas en el mundo. El Gobierno alemán, los länder y los ayuntamientos destinan la estratosférica suma de 2 billones de euros anuales a subvencionar la actividad de salas de conciertos y casas de ópera, salvaguardando así una tradición musical excelsa que es el orgullo nacional del país y que, en ciudades como Berlín, supone además una fuente importante de ingresos por turismo.

A diferencia del caso súbito de Holanda, la de las orquestas alemanas es una crisis de desgaste que viene de años atrás. La reunificación de las dos Alemanias hace veinte años dejó al país con más orquestas de las que podía sostener, y a una ciudad como Berlín con tres grandes teatros de ópera. Así, en las dos últimas décadas los alemanes han asistido a numerosos intentos de fusión (especialmente entre las orquestas dependientes de la radio), refundaciones, acuerdos de colaboración y ha visto desaparecer incluso a varias orquestas entre las más humildes. Desde 1992 el Gobierno ha retirado el subsidio a 35 orquestas y grupos instrumentales, y el número de músicos empleados en las orquestas estatales ha bajado un 18%, de 12.159 a 9.922.

¿Quién sobrevivirá a esta lenta agonía? Según Gerald Mertens, presidente de la Asociación de Orquestas Alemanas, «los grandes trasatlánticos en las grandes ciudades sobrevivirán. Los botes pequeños y rápidos, probablemente, sobrevivirán también. Pero en las ciudades con problemas presupuestarios va a ser mucho más duro». Y esos problemas están apareciendo por toda la superficie del país, a pesar de que, históricamente, los políticos alemanes han sido muy respetuosos con el dinero destinado a la música, a diferencia de países como Gran Bretaña o el Estado francés -este último con un modelo de orquesta estatal muy similar al alemán-.

En el oeste de Alemania, en la cuenca del Rhin, el declive de las industrias tradicionales del carbón y el acero ha afectado directamente a las partidas de las orquestas de ciudades como Colonia, Dusseldorf o Dortmund. En el este, en Sajonia, casas de ópera como la de Halle están enfrentándose a graves déficits. En el mismísimo Berlín, las orquestas de la Ópera Cómica y la Deutsche Oper están inmersas en una importante disputa económica con la ciudad, que ha provocado ya varias huelgas y que ha hecho saltar a la palestra pública el debate sobre la necesidad de replantear las bases económicas que sustentan la infraestructura musical más importante del mundo.

 

El caso americano

Algunas de las voces más críticas en Alemania se decantan por un modelo económico similar al de los Estados Unidos. Sería un cambio drástico, pues mientras que en casi toda Europa las orquestas reciben una subvención gubernamental de hasta el 80%, en los Estados Unidos raramente llega al 30%. Las orquestas estadounidenses viven desde hace décadas en una constante inseguridad económica, pues su excesiva dependencia de la taquilla y el mecenazgo privado las deja indefensas ante los caprichos del mercado. El 2010 comenzó en EE.UU. con una orquesta menos, la de Honololu, e importantes déficits en las de Atlanta, Cincinnati, Baltimore y Nueva York. Curiosamente, durante la documentación para este artículo nos encontramos con un artículo de 1969 en la revista «Time», que describe una situación casi exacta para las mismas orquestas, lo que demuestra que las derivas económicas son el pan nuestro de cada día.

Esta vez, sin embargo, los problemas están llegando un poco más lejos de lo habitual. Dos de las cinco mejores orquestas de EE.UU. (Big Five) están en situaciones verdaderamente críticas. La Sinfónica de Philadelphia entró en el 2010 con un plan de recuperación de 22 millones de dólares y la Orquesta de Cleveland está embarcada en una tormentosa lucha interina con sus músicos, que han ido a la huelga varias veces como protesta por la rebaja de sus sueldos. Otra gran orquesta, la de Detroit, está sufriendo terriblemente las consecuencias de la crisis económica en el sector automovilístico.

FLASHMOB

El pasado 20 de noviembre, en una flashmob multitudinaria en la Estación Central de La Haya, los músicos populares hicieron piña con sus colegas clásicos, pues la subida de impuestos amenaza también al potentísimo circuito holandés de música electrónica

ECONOMÍA

La dinámica de adaptar la vida musical a las posibilidades de la economía va a seguir su curso. Según un estudio de la consultora A.T. Kearney, diez de los 144 teatros teatros públicos de Alemania -entre ellos 85 casas de ópera- habrán cerrado sus puertas para 2020.

ADIÓS AL PÚBLICO

En EE.UU. hay reducciones en el número de conciertos, cancelaciones de última hora y un público más escaso (ha caído en más de un 10% en los últimos años), con menor poder adquisitivo para pagar los más de 100 dólares que cuestan las mejores entradas.

La situación en las orquestas de Euskal herria es de estabilidad

Las dos orquestas sinfónicas más importantes de Euskal Herria, la Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) y la Bilbao Orkestra Sinfonikoa (BOS) han sufrido también las consecuencias económicas de la crisis, aunque la situación para ellas, y en general para las instituciones del Estado -a excepción de las graves crisis en León, Sevilla y Oviedo- no ha llegado a ser tan dramática como la de algunas de sus hermanas extranjeras. Iñigo Alberdi, director general de la OSE, se mostraba tranquilo la mañana del jueves, mientras esperaba que en Lakua se aprobaran los presupuestos para la institución que lidera. «Sé que nos vamos a quedar con las mismas condiciones que en 2010», reconoció.

Estas condiciones no son, en el fondo, tan malas. El recorte presupuestario para la OSE durante el año 2010 fue del 5%, una rebaja discreta que les ha obligado a apretarse el cinturón pero que en ningún momento ha hecho peligrar la supervivencia de la orquesta. De hecho, según Alberdi, «no ha afectado al número de conciertos que hemos programado ni a la calidad de los mismos». Ese 5% por ciento se ha tenido que desmigar de varios sitios, empezando por una rebaja salarial media de en torno al 3%, que ha afectado tanto a la junta directiva como a los músicos. El 2% restante se ha recortado contratando el menor número posible de músicos externos de refuerzo, algo que obliga a los instrumentistas en plantilla a sacrificar días de libranza. «Supone un esfuerzo para todos», reconoce Alberdi. También se ha recortado de los cachés de los solistas invitados, que se han negociado a la baja.

Otras medidas de contención de la crisis en la OSE han sido logísticas y administrativas: una mejor organización para gastar menos dinero en hoteles y traslados, por ejemplo, o no convocar concursos para varias plazas que ahora mismo están vacantes por la jubilación de los músicos que las ocupaban. En lo que sí nota la crisis Alberdi es en la contratación de la OSE de cara a 2011. Varios conciertos fuera de Euskal Herria se han caído ya, entre ellas la habitual visita de la formación vasca a Madrid. Por lo demás, Iñigo Alberdi vaticina una temporada 2011 «en la misma línea» que este año que está por terminar.

Ibon Aranbarri, el homólogo de Alberdi en la Bilbao Orkestra Sinfonikoa, nos relata una situación casi idéntica: un recorte presupuestario general del 5%, que no les ha obligado a sacrificar el número de conciertos ni la calidad artística. Ese 5% se ha cubierto con una rebaja salarial del 2,86% para los trabajadores de la BOS, y el resto lo han podido suplir mediante ingresos porque, sorprendentemente, el número de abonados y la venta libre de entradas ha mejorado en un 5%. «La gente ya no se lanza de cabeza a los abonos de temporada -explica Aranbarri-. Se muestra más selectiva, decantándose por abonos cortos de seis conciertos o por entradas sueltas, y esa dinámica nos aporta mayores ingresos». Por lo demás, y como en el caso de la OSE, la BOS ha tenido que reducir las contrataciones de músicos externos, dejar vacantes varios puestos de músicos jubilados y mirar con lupa los cachés de los solistas, aunque Aranbarri cree que «ellos también se dan cuenta de la situación de crisis y se muestran comprensivos». El gasto artístico ha sido similar al de años precedentes.

En lo que sí difiere Aranberri es en su visión de las contrataciones. Reconoce que las instituciones de la propia Euskal Herria se muestran menos espléndidas a la hora de contratar a la BOS, pero opina que esta carencia se suple con actuaciones en ciclos y festivales del resto del Estado. «Se nota una ligera tendencia de los programadores a acudir más a orquestas cercanas, al no poder hacer frente, como en años de prosperidad, al enorme costo que supone trasladar a orquestas extranjeras», señala el director general de la BOS. Entre unas cosas y otras, Aranbarri vaticina un 2011 no muy diferente al año 2010. M.C.

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