CRíTICA cine
«Bruc, el desafío»
Mikel INSAUSTI
Daniel Benmayor domina la técnica visual, y ése es el único motivo por el que la industria de Hollywood se ha fijado en él para realizar la segunda entrega de las adaptaciones del videojuego “Hitman”. Tanto en su anterior “Paintball”, como ahora en “Bruc, el desafío” consigue ser efectista en las escenas más dinámicas, mostrando especial predilección por la espectacularidad a la que se presta el tema de la caza humana. Donde falla, al igual que tantos otros realizadores de su generación, es en el desarrollo dramático de las situaciones y los personajes. Al no ser un verdadero narrador, depende en exceso de sus guionistas, los cuales tratan de ofrecerle un argumento original en detrimento de la coherencia interna del relato. La debilidad argumental procede de la falta de fundamento histórico, sin que la ficción termine por decantarse abiertamente hacia el puro cómic, representado en principio por la presencia de un cronista francés de las guerras napoleónicas que ilustra las noticias de la época mediante grabados.
Lo que peor tratado está es la figura del héroe, pues la recreación que se hace del legendario tamborilero del Bruc nace de un diseño calcado del Rambo de Sylvester Stallone. En cuanto variante precoz del mismo, trasladada a principios del siglo XIX, no llega a encajar nunca.
Por defecto, el grupo de mercenarios que le persigue remite igualmente a estereotipos del cine de acción violenta de los 80 sacados de contexto. El duelo actoral entre Juan José Ballesta y Vincent Perez carece de fuerza expresiva en las respectivas caracterizaciones, al estar desprendido de un genuino espíritu aventurero por el que dejarse llevar. El trasfondo bélico queda desvirtuado en cuanto mero apunte retrospectivo en forma de breve flash-back, y lo que se impone es una trasposición de las tácticas de guerrilla en montaña a la actual recuperación del género survival. Y ahí el elemento romántico no pinta mucho y la chica (Astrid Bergès-Frisbey) ejerce de nula figura decorativa.