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Belén MARTÍNEZ I Analista social

Con mis mejores deseos

Iba a escribir sobre el choque dialéctico entre el Olentzero, los Reyes Magos y Santa Claus. Resulta imposible sustraerse al influjo (o la tiranía) de estas fechas; incluso me sorprendo a mí misma diciendo poco menos que me siento imbuida por el espíritu navideño. Matizo: lo que quiero decir es que, a veces, es necesario regresar a un lugar para revivir encuentros y compartir emociones. Hablaba de vivencias, no del atrezo navideño. De poco sirve la aclaración: la persona a la que hago el comentario no leerá estas líneas.

Tiempo de felicidad. Invitación a traspasar los límites de todos los júbilos posibles. Si hacemos nuestra esa consigna, ¿cómo vamos a reparar en ese hombre que cruza la plaza sin ver los edificios «tras las luces inútiles»? El mismo hombre que vislumbró Pavese en Lavorare stanca (Trabajar cansa) «ya no alza los ojos: sólo ve el empedrado».

El camino que lleva a Belén no llega a ninguna parte. A una mujer de 52 años acaban de anunciarle la buena nueva: un expediente de regulación de empleo. El christmas viene acompañado de una inevitable adecuación de los recursos humanos a las necesidades productivas. Tirita de frío y desamparo. Aún no sabe durante cuánto tiempo deberá poner la otra mejilla (metáfora social del aguante) y cómo hará para desafiar a la helada estación.

Con la cantinela navideña, un exhorto a consumir de forma responsable. ¿Es esto compatible -y conciliable- con el liberalismo? Palestina: un código de barras que empieza por 729; Benetton contra la comunidad Mapuche: Casi un millón de hectáreas de su territorio usurpadas... Que el nuevo año nos traiga... lo que nos merecemos.

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