No fueron pocos los que se sorprendieron, y para mal, cuando el jurado del último Zinemaldia decidió premiar el guión de esta producción noruega. Vista la película, uno no tiene más remedio que unirse a la sorpresa generalizada que provocó el galardón que el cineasta Bent Hamer recogió en su faceta de guionista. Tal y como advierte el título, nos topamos con una propuesta sin dobles lecturas y que apuesta abiertamente por la benevolencia que suelen inspirar la mayoría de las películas enmarcadas en paisajes navideños y habitadas por personajes que, al parecer, siempre suspiran con ser aquel James Stewart que compartió su gran noche en compañía de un ángel sin alas. Pero Bent Hamer no es Frank Capra, creo que ni siquiera lo pretende, lo suyo ha sido crear un encadenado de postales navideñas excesivamente bienintencionadas y confeccionadas mediante un argumento que peca de arbitrariedad a la hora de desarrollar los episodios que protagoniza un variado muestrario de personajes planos y monocordes. Basada en una serie de historias breves firmadas por el autor noruego Levi Henriksen, «A casa por Navidad» vuelve a hacernos recordar la tonadilla de un conocido spot publicitario que, gracias al turrón, posibilita el reencuentro de las familias. A la manera de un villancico tradicional, la trama nos adentra en las diversas y muy dispersas crónicas emocionales y cotidianas de un grupo humano con derecho a seguir amando. En un arrebato de creatividad, Hamer ha pretendido aunar en este relato coral géneros como el drama y la comedia. Dicho intento se ha saldado con un desequilibrio formal que en momento alguno despierta el interés de un espectador al que le puede resultar muy difícil decantarse por alguna de las historias que pasean por la gran pantalla con ritmo cansino. Ni siquiera merece la pena ser destacada la aportación de unos actores que muy poco pueden hacer con unos personajes muy pobremente desarrollados y atrapados en una sensiblera telaraña de emociones blancas.