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Sudán del Sur ante el día D de su destino

El referéndum programado para el próximo domingo en Sudán del Sur es probable que tenga como resultado la independencia. Sudán del Norte, con un paisaje desértico, con gentes de piel clara, de religión musulmana y vecino de Libia y Egipto, poco tiene que ver con el sur, propenso a inundaciones, con gentes de piel oscura, predominantemente animistas y cristianos, y vecinos de Kenia, Uganda y Congo. Realidades tan dispares fueron unificadas en un mismo país por el cínico ejercicio imperial que tanto deformó el mundo. Así lo decidieron los británicos al crear el país africano más grande en superficie pero que engendraba contradicciones lingüísticas, culturales, raciales e históricas mucho antes de su independencia en 1956. El matrimonio fue infeliz desde el comienzo y alimentado por la presión por adoptar el árabe como idioma oficial, el proselitismo para convertirlos al Islam y el intento de someterlos al control político de Jartum, capital del norte, desembocó en una guerra de medio siglo que ha dejado un balance de más de dos millones y medio de muertos.

Omar al-Bashir, presidente de Sudán e inculpado por el Tribunal Penal Internacional por su campaña militar en Darfur, declaró ayer que «celebrará la libre decisión del Sur, incluso si ésta es la secesión», con lo que, si así ocurriera, sería la primera proclamación de una nueva nación africana en las últimas dos décadas. Pero los problemas son numerosos: el destino de los millones de refugiados que habitan en el Norte, los cientos de miles de nómadas que pasan indistintamente de norte a sur siguiendo rutas milenarias, la gestión de las lucrativas reservas de petróleo que yacen en el subsuelo del Sur o la cuestión de cómo será gobernada la nación emergente, tierra de docenas de pueblos, lenguas y creencias que no podrán ya unificarse bajo el paraguas de una única guerrilla y un sentimiento «anti-Jartum» como factor de cohesión.

Hay razones para la expectación y razones para la preocupación. Pocos creían que el ejercicio del derecho a la autodeterminación se materializaría. A pesar de que una nueva guerra no sea una certeza, está lejos de ser improbable. Sea lo estimulante que sea el día D del referéndum, lo que queda cada vez más claro es que el verdadero trabajo comienza a partir del mismo.

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