Explotar el poder de las palabras
La congresista demócrata Gabrielle Giffords se encuentra en estado crítico tras ser tiroteada durante un acto público en Tucson, Arizona, que costó la vida a seis personas. Todavía no está claro si el autor actuó por motivaciones políticas, por que oía voces en su cabeza o por ambas razones. No se sabe si lo hizo solo o en compañía, si sufría esquizofrenia como quienes dispararon a Ronald Reagan o John Lennon, pero en cualquier caso, es difícil no pensar que en parte, no estuviera influenciado por la retórica inflamable y las sulfurosas metáforas que van ocupando el debate público y la cultura política de EEUU. La construcción de un discurso político que utiliza palabras como «cáncer» o «diablo» para referirse al adversario y, una vez situado en el «mainstream» de la política estadounidense, hace que ésta sea cada día más bloqueada y polarizada.
El fenómeno del Tea Party se alimenta de sus constantes apelaciones al imaginario de una revolución armada que haga frente al enemigo doméstico, encarnado por el «tirano socialista» Obama; con explícitas instigaciones al uso de la violencia en nombre de la sacrosanta «solución de la segunda enmienda» que protege la posesión de armas y el derecho a la autodefensa frente a inmigrantes ilegales que «matan y roban a americanos»; y la explotación de un lenguaje incendiario que incita a la histeria y genera una atmósfera donde hechos como los del sábado traspiran. Y que sitúan en el disparadero a políticos como Giffords que se han destacado por su defensa en positivo de la inmigración o la reforma del sistema sanitario.
No podrá establecerse una relación real y verdadera de causa-efecto con técnicas forenses, pero todo el mundo sabe que funciona. El miedo moviliza conciencias y da dividendos en las urnas. Amplificarlo es clave en la estrategia electoral. Particularmente en tiempos de crisis, y no sólo en EEUU, proliferan políticos que pretenden sacar rendimiento de la cultura de la hipérbole, ensimismados en florituras verbales que buscan el aplauso fácil poniendo como dianas a colectivos con los que construyen el discurso del odio. Parecen no tenerlo en cuenta, pero saben y explotan el significado y el poder de las palabras. Y sus consecuencias.