Ben Alí saca el Ejército a la calle ante la llegada de las protestas a la capital
Tras intentar infructuosamente detener las protestas que sacuden el país -y que ayer llegaron por primera vez a la capital- destituyendo al ministro del Interior encargado de la represión, el presidente tunecino, Zine El-Abidine ben Alí, sacó el Ejército a las calles y detuvo a un destacado líder izquierdista. Sin embargo, las movilizaciones siguieron sucediéndose y aumentando el número de muertos.
GARA | TÚNEZ
El presidente tunecino, Zine El-Abidine ben Alí, sacó ayer el Ejército a las calles de la capital, Túnez, y una localidad de la periferia popular para intentar hacer frente a las protestas que ya han alcanzado el grado de insurrección tras 23 años de régimen autoritario.
Soldados armados, camiones, todoterrenos y blindados pudieron verse por primera vez en la capital desde el comienzo de las protestas sociales a mediados de diciembre.
Asimismo, se decretó el toque de queda al anochecer en la capital y su extrarradio, donde el Gobierno reconoció que se habían registrado enfrentamientos ayer.
Este despliegue militar se produjo coincidiendo con el cese del Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, el general Rachid Ammar. Según France Presse, el general Ammar se habría negado a usar a los soldados para reprimir a la población.
Fue inmediatamente sustituido por el responsable de los servicios de inteligencia, Ahmed Chbir, según informaciones que no pudieron ser confirmados.
Los militares se desplegaron en los principales cruces de la capital y en la entrada del barrio popular de Ettadhamen (Solidaridad), donde desde la noche del martes se registraron enfrentamientos entre jóvenes y policías. Era la primera vez que las protestas llegaban a la capital tunecina, tras haberse iniciado en el centro del país.
Pese al despliegue del Ejército, el régimen tunecino quiso dar una imagen de moderación y el primer ministro, Mohammed Ghannouchi, anunció ayer la destitución del ministro del Interior, Rafik Belhaj Kacem, encargado hasta ayer de dirigir la represión de las protestas sociales.
Asimismo, Ghannouchi anunció, durante una conferencia de prensa, la liberación de todas las personas detenidas durante las manifestaciones «excepto aquellos que están implicados en actos de vandalismo».
En esta categoría parece encontrarse el líder del Partido Comunista de los Obreros Tunecinos (PCOT, ilegalizado), Hamma Hammami, que fue detenido ayer en su domicilio, cerca de la capital, según comunicó a France Presse su compañera, Radia Nasraoui.
Se trata del primer dirigente político detenido desde el comienzo de las protestas, que se han saldado con 21 muertes según las autoridades y más de 50 según fuentes sindicales.
Pese a la ilegalización, el PCOT de Hammami tiene una amplia presencia en el ámbito universitario. Perseguido por la Policía, vivía en la clandestinidad.
Sin embargo, en los últimos días Hammami había sido entrevistado por varias televisiones extranjeras, denunciando el régimen de Ben Alí.
Un día más volvieron a registrarse muertos debido a la represión gubernamental. Cuatro civiles murieron por disparos de la Policía en Douz (al sur del país), donde ayer se realizaron movilizaciones por primera vez. En Thala (centrooeste), un manifestante murió por disparos de bala y otros dos más resultaron heridos, según fuentes sindicales.
En la capital, se quemaron neumáticos en la carretera de Bizerte, que atraviesa los barrios populares de Ettadhamen, Intilaka y El-Mnihla.
El Ejército montaba guardia en el cruce de las avenidas de Francia y Habib Bourguiba, donde se encuentra la Embajada francesa y la catedral de Túnez.
El martes por la noche, la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, mostró su inquietud por la situación en Túnez, mientras que la portavoz de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, destacó ayer que la represión del régimen de Ben Alí era de carácter «desproporcionado».
El presidente tunecino, Zine El-Abidine ben Alí, se enfrenta a una revuelta inédita tras 23 años de poder no compartido, en el que ha logrado construir un régimen que mezcla puño de hierro y aparente prosperidad, garantizando una estabilidad muy apreciada por Occidente.
Considerado en el exterior como un agente eficaz frente a los islamistas a pesar de las críticas sobre la lentitud de la democratización, el ineludible presidente, de 74 años, fue triunfalmente reelegido para un quinto mandado en octubre de 2009.
Cuando depuso a Habib Bourguiba, el padre de la independencia, enfermo y recluido en su palacio, el 7 de noviembre de 1987, todos los tunecinos, incluidos los islamistas, aplaudieron una toma de poder «sin violencia ni derramamiento de sangre», que algunos describieron como un «golpe de Estado medicinal».
Sus partidarios le aplaudieron como «salvador» de un país que entonces se encontraba a la deriva y le reconocen haber sentado las bases de una economía liberal y haber descabezado antes de nacer al partido islamista Ennahdha, acusado de complot armado.
Desde su llegada al poder, Ben Alí suprimió la «Presidencia vitalicia» instaurada por Bourguiba y limitó inicialmente a tres el número de mandatos presidenciales, [que luego suprimió].
En su haber, una política social denominada de «solidaridad», con la creación de fondo especial destinado a los más pobres o el desarrollo de un sistema de seguridad social y políticas a favor de la emancipación de la mujer y la educación. Hamida BEN SALAH (AFP)
La Embajada de Túnez en Berna fue objeto de un intento de incendio por parte de un grupo de desconocidos, en una acción aparentemente vinculada a los disturbios que se registran en el país magrebí.