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Anonymous, los hackers más poderosos de la red continúan reclutando

Intentan vender a Anonymous como un grupo de matones de Wikileaks, como unos hackers que atacan haciendo uso de sus conocimientos informáticos a todo aquel que se meta con Julian Assange. Pero Anonymous no es un grupo cerrado, sino un movimiento ciudadano, caprichoso y algo freakie, pero que ha madurado con rapidez y crece a diario.

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Aritz INTXUSTA

Poner en jaque al FBI con un cañón de iones de órbita baja parece el argumento de una mala película de ciencia ficción. Pero esta arma existe. Su nombre proviene del videojuego «Command and Conquer» y entidades como Visa, Mastercard o Paypal conocen bien el peligro que supone cañón de Anonymous. En realidad, se trata de una herramienta que inutiliza webs y, para un banco, tener colgado su portal de Internet durante horas puede suponer millones de euros de pérdidas.

La Operación Payback y la Operación Vengar a Julian Assange (cabeza visible de Wikileaks) hicieron visible a Anonymous, un colectivo que, hasta entonces, se había dedicado más al gamberrismo que a hacer frente al sistema establecido. Todos los analistas coinciden en que Anonymous nació en el foro 4chan hace dos o tres años. Visitar hoy este foro con más de seis millones de usuarios y especializado en manga japonés supone bucear entre cientos de mensajes incomprensibles entre los que se intercalan fotografías de Assange como islotes de cordura en un mar de porno.

El colectivo de ciberactivismo más potente hoy en día recibió su bautismo en 4chan. «Anonymous» es la palabra que aparece cuando alguien participa en el foro sin identificarse. La única ideología de este grupo es la libertad de expresión entendida en su forma más pura y radical.

Los primeros ataques de Anonymous pueden encuadrarse como rabietas adolescentes o meras travesuras. Su primer objetivo fue la Iglesia de la Cienciología. El detonante del ataque fue un vídeo de Tom Cruise. En él se mostraban enseñanzas internas de la secta. Los cienciólogos trataron de retirarlo de Youtube y Anonymous lo entendió como un acto de censura. En enero de 2008, el cañón de iones disparó contra muchas de las webs de la secta y las inutilizó. Además, colapsaron sus teléfonos y les enviaron por fax cientos de documentos en negro.

El éxito de esta campaña se rubricó con simpatizantes del Anonymous manifestándose en la calle enmascarados y ataviados como el protagonista de la película «V de Vendetta», que se ha convertido en el modelo a seguir para este colectivo de gente sin rostro, que parece no tener jerarquía alguna.

Tras sabotear a los cienciólogos, Anonymous emprendió varias campañas, mezclando gamberrismo con actos de marcado carácter político: apoyaron a los partidario del color verde en las revueltas en Irán en 2009, inundaron de vídeos porno Youtube o lanzaron la polémica operación Tormenta de Tetas contra el Gobierno australiano por censurar vídeos pornográficos con mujeres de pechos pequeños y eyaculaciones femeninas. Atacaron también webs oficiales del gobierno español a raíz de la Ley Sinde.

Wikileaks, llega el contenido político

Anonymous no pasaría a ser un actor relevante en el panorama internacional hasta la llegada de Wikileaks. La censura a Wikileaks dotó de contenido político las acciones de Anonymous, que ensalzaron a Assange como gran adalid de la libertad de expresión. Anonymous declaró la guerra a todo aquel que hiciera el juego a EEUU en su persecución al hacker Assange. En pocos días, el número de anónimos se triplicó, incrementándose así su poder de sabotaje. Sin embargo, el verdadero cambio fue que el movimiento ganó discurso y, en cierto sentido, despertó definitivamente su alma antisistema.

Su discurso lógico hoy día es éste: la información debe ser absolutamente libre para que los ciudadanos formen su propia opinión, los estados no difunden toda la información, luego los ciudadanos no pueden formar su propia opinión. En consecuencia, vivimos bajo una tiranía. Anonymous se ha autoerigido en punta de lanza para derribar esta tiranía. La espectacularidad de sus acciones en favor de Julian Assange como el castigo a Visa y Mastercard por cerrar sus cuentas les ha granjeado nuevos seguidores, a pesar de que Wikileaks se desvincula de ellos por ser demasiado impredecibles y salvajes. Además, se ha dotado de una excelente red de propaganda, que se distribuye a través de vídeos con una buena factura técnica que pueden verse en http://anonops.blogspot.com o en Youtube.

Anonymous es un movimiento arrogante, ególatra y se siente capaz de enfrentarse a los estados de tú a tú. Hace unos días, publicó una carta amenazando al Departamento de Justicia de EEUU por presionar a Twitter para que aporte datos sobre la cúpula del movimiento. Le advierten de que «no empiece un conflicto que no podrá vencer».

Sin embargo, la diferencia radical de este grupo con otros hackers es su ambición por sumar cada día a más miembros y llevar sus protestas a la calle. «Somos Anonymous. Somos una legión. También somos tú» o «Levantate y lucha» reiteran en sus mensajes. Es relativamente fácil unirse a su causa en defensa de la libertad de expresión, basta con infectar el ordenador con su programa, que se puede descargar de las páginas que controlan. Hace unos meses eran más de 4.000 y menos de 30.000 (por eso no consiguieron derribar la web de Amazon). Algunos expertos han descrito la batalla de Anonymous y Wikileaks como la primera guerra por el control de Internet. De ser cierto, quizá haya que elegir bando.

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