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Jon Odriozola Periodista

Kyrie Eleison

Los mandamientos de lo último últisimo, de lo ulterior y transmundano y sobrenatural, se condensa en estas tesis: Él es yo y la conciencia pura. Él es el fundamento y la base del mundo. Él es el centro de unidad y es omnipotente

A mi madre

Nací y crecí bajo dos polos: el yo y el Absoluto. Mi búsqueda de lo Último no era una especulación filosófica ni científica sino una liberación y una autorreplicación, una religión, un nirvana tras sucesivas metempsicosis y karmas. Al principio, invocaba muchos dioses pero en especial a uno por encima del resto, una suerte de henoteísmo védico, un Absconditum. Ni mitos ni leyendas, ni animismos ni primordiales: lo Último dizque Lo Más de lo Más. Un cristiano diría: la Hostia Bendita.

El Último Principio es absoluto misterio. No es comprensible ni se compadece con las categorías humanas. Ve pero no es visto. Conoce, pero es incognoscible. Está más allá de todo ser empírico. Es la verdadera realidad de todo ser. El resto es sólo un fenómeno subjetivo de Él.

Es el principio cósmico y antrópico que llena el universo y pluriverso. Los católicos dirían: el Pantócrator o teofágicas eucaristías.

Los que creemos fanáticamente en él, es decir ,lo más de lo más, el non plus ultra, el finisterre místico, los que libamos el soma iniciático, también practicamos oraciones y doxologías contemplativas, como si nos guiáramos por Upanishad leídos por gurús y yoghis con sus mantras y hare krishnas, hare, hare, rama hare...

Meditamos sobremanera luego de años de contemplación, oración y renuncia al mundo y sus vanidades. Como el santo Antonio en el desierto egipcio o Simón el Estilita, moda que hizo que el desierto -morada de peligros y demonios que vivían tranquilamente- se poblara de eremitas como hoy el Everest está lleno de alpinistas aficionados para sacarse una foto restando emoción y mérito a la proeza. Yo no. Yo me llamo Jeremías que viene del griego «Jeremian»: soledad, llanto, devoción.

Los, vale decir, mandamientos de lo último últisimo, lo ulterior y transmundano y sobrenatural, se condensa en estas tesis (que no son de Feuerbach, precisamente): Él es el yo y la conciencia pura. Él es el fundamento y la base del mundo. Él transciende todo nombre y forma visible. Él es el centro de unidad y es omnipotente. Él es no-dualista en su autoconciencia. Él es la esencia de todas las cosas. Él es el valor supremo. Él es alcanzable sólo místicamente. Él está más allá de toda definición y categoría humana. Y, por último y décimo, Él es el origen creador, sustentador y controlador de todas las cosas. Estos preceptos se resumen en uno solo, a saber: Él es la hostia. Y no decimos «ella» porque hasta las Bernardas Albas de este país están a su servicio.

Como epopte de Él, capitidisminuido, mi «yo» es espástico y estocástico, apofántico y antífono, apocatástico y anagnórico, paroxístico y apocalíptico (sobre todo para los no integrados y ni ganas). ¿Y quién es Él? ¿A qué dedica su tiempo libre? Él es el estado de derecho «sub specie aeternitatis». ¿De qué pensaban que hablaba?

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