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REVOLUCIÓN DEL JAZMÍN EN TÚNEZ

Pavor en los regímenes árabes ante el riesgo de que cunda el ejemplo

El fantasma de la Revolución del Jazmín presidió la cumbre económica de la Liga Árabe, reunida bajo los auspicios del faraón egipcio y octogenario Hosni Mubarak. Los conatos de protestas de movimientos políticos opositores y contra la carestía de la vida se suceden estos días en algunos de esos países, siguiendo el ejemplo tunecino. Algunos de los jefes de Estado que representan a estamentos que llevan décadas monopolizando el poder están nerviosos.

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Dabid LAZKANOITURBURU

El secretario general de la Liga Árabe, Amr Mussa, urgió a responder a la «cólera y la frustración sin precedentes» de la población de los regímenes árabes, la mayoría de ellos puras autocracias, durante la primera cumbre de este organismo desde la rebelión popular en Túnez.

«La revolución en Túnez no es ajena a lo que estamos discutiendo aquí», señaló Mussa ante los 22 miembros de la organización panárabe, convocados para debatir cuestiones económicas.

«El alma árabe está herida por la pobreza, el paro y el retraso en los índices de desarrollo», señaló, para instar al logro de «resultados reales» para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de esos países.

La cumbre se clausuró, no obstante, con una declaración final que no menciona a Túnez y se limita a apostar por «seguir adelante en materia de desarrollo humano, tecnológico y económico». Y es que más vale no mentar la soga en casa del ahorcado. El anfitrión de la cita, el raïs egipcio Hosni Mubarak, quien a sus 82 años y una grave enfermedad aspira a ser reelegido este mismo año o, a lo más, a designar como heredero a su hijo Gamal, se cuidó muy mucho de hacerlo. No obstante, el raïs egipcio, quien acaba de consolidarse en el poder en unos comicios presidenciales boicoteados por la hostigada oposición, tanto islamista como laica, alertó de que el desarrollo económico y social se ha convertido «en una cuestión que concierne a nuestro futuro, nuestra continuidad y constituye una exigencia para la seguridad nacional».

Egipto, en el punto de mira

Precisamente, el escritor barcelonés Juan Goytisolo, experto en el mundo árabe y quien reside en Marrakech, augura que Egipto es el país que más fácilmente podría contagiarse del espíritu revolucionario vigente en Túnez, no sólo por las similitudes entre Mubarak y el ex presidente Ben Alí y por el ahogo de la oposición política, sino porque, como en el caso tunecino, en el país árabe más poblado del mundo, está aumentando la pobreza exponencialmente.

Como única medida concreta, la Liga Árabe confirmó un compromiso, ya formalizado en la cumbre económica árabe de 2009 en Kuwait, de crear un fondo de 2.000 millones de dólares para ayudar a las pequeñas y medianas empresas y para fomentar el empleo.

El presidente de Sudán, Omar al-Bashir, cuyo país vive un proceso de secesión del Sur, participó en la cumbre horas después de que ordenara detener al principal líder opositor islamista. Hassan al-Turabi había manifestado su creencia de que el país africano podría ser escenario de protestas similares a las que se registran en Túnez.

En público, los regímenes árabes han intentado minimizar la impresión de que la crisis tunecina podría reproducirse en otros países, aunque no han podido ocultar su inquietud.

Tiros e inmolaciones

Muchos países árabes han registrado estos días protestas opositoras y contra la carestía de la vida y el desempleo, como en Sudán, Egipto, Jordania y Yemen. En Egipto, Mauritania y Argelia han tenido lugar varios episodios de inmolaciones e intentos de suicidio, los dos últimos ayer en este último país y protagonizados por una mujer y un padre de familia.

En Sudán, la oposición exige el «fin del régimen totalitario» de Jartum y llama abiertamente a una sublevación popular.

En Yemen, las Fuerzas de Seguridad dispersaron el pasado martes con disparos al aire una manifestación de estudiantes en la capital, Sanaa, que apoyaba a los hermanos tunecinos y apelaba a los «pueblos árabes a rebelarse contra sus dirigentes».

Argelia fue escenario los primeros días de enero de protestas contra el alza del precio de los productos básicos que se saldaron con al menos cinco muertos y 800 heridos.

La protesta, conjurada con la promesa gubernamental de reducción de precios, fue un toque de atención a un régimen presidencialista, liderado por Abdelaziz Buteflika, quien aspira a mantenerse en el poder tras las presidenciales de 2012.

Ayer mismo, el número dos del movimiento islamista FIS, Ali Belhadj fue llevado ante el juez y acusado de «atentado contra la seguridad del Estado» e «incitación a la rebelión armada» tras haber sido detenido durante el conato de levantamiento de principios de mes.

El FIS, que venció en las municipales de 1991, vio frustrado su triunfo en las inmediatas elecciones parlamentarias por un golpe de Estado protagonizado por el histórico Frente de Liberación Nacional argelino que provocó una rebelión armada islamista y una guerra civil y la deriva de Argelia hacia un sistema caracterizado por la corrupción y el nepotismo.

Ecos en el reino alauí

Tampoco pintan bien las cosas para la monarquía alauí de Marruecos. Escenario a finales de 2010 de marchas multitudinarias contra el deterioro de las condiciones económicas y sociales (20.000 manifestantes en Tinghir, en la cordillera del Atlas) y de manifestaciones estudiantiles de apoyo a la revuelta tunecina estos días, los analistas discrepan sobre la posibilidad de que cunda el ejemplo. Las similitudes económicas y políticas -el partido fantasma creado por el consejero del rey, Fuad Ali El Himma es un calco del RDC tunecino- invitan al optimismo, frustrado por algunos análisis que destacan el hecho de que la estructura jerárquica de su sociedad y los lazos feudales absorben la ira popular y contribuyen a mantener el statu quo.

Por si acaso, la Policía marroquí ha recibido órdenes de intensificar la vigilancia «en lugares sensibles» y a la vez, de evitar «roces» con los ciudadanos. Por de pronto, el Gobierno títere, que responde al dictado del rey Mohamed II, ha descartado estos días una eventual subida de los precios de productos subvencionados como el azúcar, el gas butano o la harina.

Robert Fisk, corresponsal del diario británico «The Independent» y una voz autorizada a la hora de opinar sobre el mundo árabe, se muestra precavido estos días en artículos de opinión y entrevistas y muestra su temor de que los regímenes árabes se salven de la quema por el apoyo de Occidente, y su temor a un auge del islamismo.

No obstante, Fisk concluye recordando que esos líderes y dictadores «están temblando de miedo. Y eso es bueno».

Se mantiene la pugna entre las protestas y las promesas de un Gobierno acorralado

Miles de tunecinos volvieron a salir a la calle desafiando el estado de excepción para exigir la retirada de miembros del antiguo régimen y la disolución del partido del derrocado presidente Ben Alí (RCD).

Muestra de la precariedad de la situación del Ejecutivo de «unidad nacional», el ministro de Exteriores, Kamel Morjane, salió sin dar explicaciones y precipitadamente de Egipto en plena cumbre de la Liga Árabe y delegó su puesto al embajador en El Cairo.

Una quinta ministra, la cineasta Mufida Tatli, renunció a la cartera de Cultura mientras el opositor pero tolerado FDLT anunciaba como definitiva la suspensión de la colaboración con el Gobierno, liderado por tecnócratas ligados a la formación política de Ben Alí.

Todo ello en vísperas de que el Gobierno tuviera previsto celebrar hoy su primer Consejo de Ministros.

Pero la situación está fuera de control gubernamental y el Ejecutivo sigue haciendo promesas y anuncios sobre la marcha. El ministro de Desarrollo Regional, Najib Chebbi, aseguró que todos los presos políticos, incluidos los islamistas, fueron puestos en libertad ayer mismo.

Chebbi, líder del PDP (otra de las formaciones toleradas por Ben Ali y que ha sido invitada a participar en el Gobierno, afronta una seria oposición interna de las bases, que le urgen a dimitir. Él se defiende asegurando que el primer ministro, Mohamed Ghannuchi, le habría asegurado que si no aceptaba el acuerdo de participar en un Gobierno de unidad, «los militares darían un golpe de Estado».

Por de pronto, la Policía antidisturbios vigiló de cerca las manifestaciones de ayer pero aseguró tener órdenes de no utilizar gases lacrimógenos. Igualmente, anunció que el estado de excepción vigente se reducirá paulatinamente «a medida que se vuelva a la normalidad».

La ONU anunció que ha recibido informes que dan cuenta de la muerte de más de un centenar de personas por la represión policial en las últimas cinco semanas.

Finalmente, tres partidos de oposición prohibidos hasta la fecha han sido legalizados en los últimos días, según confirmaron fuentes internas de esas formaciones.

Se trata de los ecologistas de Túnez Verd, del Partido Socialista y del Partido del Trabajo Patriótico y Democrático.

No había noticias sobre la legalización del Partido Comunista y del CPR, de Moncef Marzuki, muy presentes en la revuelta popular. También seguían ilegalizados los islamistas del movimiento Ennhada, (Renacimiento). GARA

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